El coronavirus se ha llevado consigo una parte esencial de nuestro día a día, la socialización. La compañía de los amigos. De la familia. Las tardes eternas de reuniones inolvidables. Y hasta socializar en los trabajos con el resto de compañeros. Son esas experiencias una parte en sí de nosotros, que van configurando con el paso de los años nuestra forma de ser. Aun sin ser sustituto de esos momentos, el vino nos traslada a ese tipo de vivencias, que incluso podemos seguir viviendo – aunque sea sin contacto físico y por plataformas digitales.

Pero no solo para compartirlo, sino para aprender de los mismos. Saber de dónde procede y sentir lo que el bodeguero quiere transmitirte con él. Vinos que en sí mismos están llenos de vivencias, trasladadas en nuestras copas cuando descorchamos una botella. Porque cada vino tiene una historia que contar. Y a su vez, cada vino puede trasladarnos a un relato del libro de nuestra vida.

Quién sabe. Lo que es seguro es que cada vino tiene algo por descubrir. Y disfrutar de esas vivencias de vino pueden resultarnos –más allá de beberlo– una experiencia en sí misma. No es necesario que el vino proceda del Marco de Jerez – que por cierto ha tenido varios nuevos lanzamientos esta semana, que podrían ser un buen punto de partida. Abramos el abanico. Profundicemos en las historias de cada vino, sea de zona vitivinícola que sea.

Qué nos transmite. Nuevas formas de comunicarse. A través de los sentidos. Comprender lo que un vino nos cuenta y todo lo que ha vivido para llegar hasta nosotros. Puede llegar a ser una aventura apasionante detenerse en comprender el por qué de lo que tenemos delante. No solo del fondo, también de la forma. Y disfrutar de todo lo que nos tiene que decir. Quedarse en si gusta o no, es demasiado simple, ¿no crees?

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