Desde la ciudad olvidada

La biblioteca de un peculiar retablista

En las vísperas del día del libro, que este año celebraremos de puertas para adentro, hoy voy a acercarme a la biblioteca particular de un ilustre personaje del siglo XVIII jerezano. Me refiero a Matías José Navarro. Este singular artista, nacido en 1693 en Sanlúcar de Barrameda y formado con su padre en Lebrija, mantendrá contactos laborales con diferentes maestros hispalenses. Con ellos asimilaría el lenguaje del estípite, protagonista del retablo sevillano de la primera mitad del siglo XVIII. Unos contactos que parece que influirían en sus inquietudes bibliófilas, de las que hay constancia desde la etapa de esplendor que vive su taller en El Puerto de Santa María. Cuando se instala en Jerez definitivamente en 1748 trae consigo una gran colección de libros, formada por 339 volúmenes.

Si las bibliotecas privadas en aquel tiempo eran muy excepcionales, más aún escaseaban entre los bienes de un retablista. De hecho, esta de Navarro sabemos que se situaba entre las más nutridas que pertenecieron a artistas españoles en la Edad Moderna. Pero hay algo todavía más llamativo: el suyo no era un práctico conjunto de libros técnicos o artísticos, sino otro heterogéneo y de mayor carga intelectual, donde aquéllos tienen una presencia testimonial. Predominaban los de temática religiosa e histórica. A mayor distancia estaban otras materias, a la cabeza de las cuales hallamos la literatura. Así, por sus estantes unos pocos tratados de arquitectura compartían espacio con el "Flos Sanctorum" de Pedro de Rivadeira, El Quijote, las "Antigüedades de Sevilla" de Caro, "Galateo Español" de Gracián o el "Compendio aristmético" de José Ventura, por poner algunos ejemplos.

La biblioteca de Navarro fue reflejo de una peculiar personalidad, altiva, amante de diversiones, alejada de la labor más artesanal de sus compañeros.

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