CON MALA UVALA TORRE DEL VIGÍA

Juan Manuel / Sainz Peña

La bota de los turbiosNi ley ni orden

La llamada del mosto, aunque se ha hecho de rogar, se ha convertido en imparable como se puede comprobar en este puente festivo. Las colas para entrar a las viñas, como ésta para acceder ayer a San Cayetano, son la nota predominante que marcan estas fechas. ¿Quién puede resistirse a ese caldo y a un buen ajo caliente para quitarse el frío? La foto es de J. CARLOS TORO.

Ni ley ni orden. Tampoco es que Jerez sea un pueblo del lejano Oeste (ni del cercano), pero es que cuando llegan las fiestas navideñas se repiten las molestas actitudes gamberras de los de siempre. Cada año, los petardos convertidos muchas veces en auténticas bombas, estallarán por las calles, en las casapuertas sin que quienes deben impedirlo hagan otra cosa que encogerse de hombros o mirar para otra parte.

Así ocurre cuando se acerca la Navidad. Pandillas de auténticos tarados hacen la calle suya pertrechados con material pirotécnico diverso que no se sabe vien de dónde sale pero que pone a más de uno con el corazón en la boca. ¿Qué hacen quienes deben impedirlo? En principio nada de nada. Parece como si la incómoda y peligrosa costumbre de los petardos formara parte de las fiestas. Se normaliza algo anormal que molesta, de forma que da la sensación de que en Jerez se puede hacer de todo sin que la ley intervenga.

Pasa lo mismo con el uso del casco (que no se usa), y con esa ley que todavía espera en el cajón del olvido, sobre la indumentaria de los cocheros que llevan a los guiris en sus coches, y que dan una imágen pueblerina y cateta de una ciudad que tiene a gala, o al menos lo intenta, ser un referente turístico de la provincia. Jerez es, no pocas veces, una ciudad sin ley. Y no es una impresión del arriba firmante. Gente que nos visita ve en la ciudad un lugar anárquico donde, quizá con demasiada facilidad y ligereza, cada uno hace un poco lo que le da la gana. Pruebe, si no, a llamar a la policía local si usted está sufriendo un bombardeo pirotécnico en su barriada. Lo más que le dirán es que pasará una patrulla por ahí a ver si logran dar con los gamberros. Pero lo más probable es que el coche ni siquiera aparezca. No sé si es desidia, pero el ciudadano termina harto por no decir jodido.

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