CON MALA UVALA TORRE DEL VIGÍA

Juan Manuel / Sainz Peña

La bota de los turbiosPróxima apertura

Los espectáculos en la calle son la mar de variopintos, aunque si hay algo que triunfe y sobre todo entre el público más joven son los títeres y la música. Como muestra, esta imagen captada ayer por VANESA LOBO al final de la céntrica calle Larga, en la que un nutrido grupo de jerezanos se había concentrado alrededor de la artista para no perderse un momento de su 'show'.

Ya hay que tener valor para abrir un negocio en una ciudad como Jerez, donde, como en tantas otras, se acribilla al osado o al iluso que quiere abrir una tiendecita, a impuestos, tasas y degüellos varios en cuanto se saca un poquito la cabeza tras una inversión que entrampa hasta las cejas con el banco para, por fin, poder ver en marcha esa pequeña empresa con la que soñaba.

Imagino, al pasear por las calles del centro (no hace falta irse a ningún barrio) y ver esos carteles de "próxima apertura", a una mujer o un hombre de 38 o 39 años que, según las reglas no escritas por algunos empresarios sin escrúpulos, ya es mayor para trabajar y ha tenido que tirarse a la piscina de establecerse por su cuenta y verlas venir. Veo paredes enlucidas, estanterías flamantes, un cartel de colores -Moda infantil Muñeco´s- y un puñado de ilusión metida en el cajón, junto a los primeros euros para pagar al dichoso banco y, si se va pudiendo, tener para meter alguna cosa en la cesta de la compra.

España va estupendamente, nos dicen, aunque el paro siga subiendo, se continúe explotando al obrero con sueldos misérrimos, o la gente se tenga que buscar la vida montándosela por su cuenta con negocios legales o sumergidos. Y así, claro, nos venden la moto del bienestar y del progreso, cuando sólo es una fachada que cubre las carencias y la necesidad de ajustarse el cinturón o comprar conejo para ahorrar, que maldita gracia tiene la recomendación de algunos iluminados. Esos mismos que nos obligan a ir al banco, con las piernas temblando para pedir un préstamo y montar un chiringuito que no nos hará ricos, pero al menos, con mucha suerte, dará para pagar las letras, los impuestos y comprarnos un conejito para comérnoslo con arroz mientras nos tragamos, a la par, nuestra miseria, nuestro cabreo y nuestra impotencia.

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