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Antonio Heredia

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Ahí donde les ven estos jóvenes son trabajadores muy demandados. Su función consiste en descolgarse por las azoteas de los edificios sin importarles la altura y acometer esas labores de limpieza que tan sólo pueden realizarse desde el exterior. Imaginamos que las palabras vértigo o miedo no entran en su vocabulario. La imagen fue captada cerca del Campus por MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ.

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FRENTE al espejo, Joaquín Morales se repeina para quedar hecho un pincel. Un presidente de fútbol siempre asoma a la calle más compuesto que un novio, dado su amor al club, y, al igual que en estos festejos del corazón, la gente vitorea, prorrumpe en piropos y mantea al cielo su júbilo ante gestas sonadas. En estas lides el ex presidente del Xerez se ha visto más pinturero que de costumbre y ha sacado pecho. La hinchazón de estas costuras del cuerpo casi no permiten respirar, pero su boca recitaba un decálogo de demagogias según soplaba el viento de los resultados. Ganas de marear al socio y, de paso, a la perdiz. Un presidente de fútbol exhibe el arma reglamentaria de su cartera y en este palmito también se incluye una cara abotargada de comer cochinillo en mesones caros por mor de las junteras, que buscan -ya puestos entre fogones- pegar el sartenazo y enladrillar lo que se tercie. Para poner ladrillos estamos, mientras se consigue ascender a Primera, que de milagros más grandes hablan.

Joaquín Morales no sólo da el perfil del cargo ante el espejo, sino en el ámbito de otras prácticas arraigadas como la de llevar la economía al modo de los diteros. En estos garabatos está la subvención del Ayuntamiento, donde los números bailan el rico chachachá. Entre sus extravagancias, queda registrada su pasión por los caballos y sus carreras. En Chapín, aunque haya mucho animal en las gradas y trote en el campo, habrá contado las vueltas que da el balón para ganar y este hipódromo no le trae cuenta.

Juan Morales es el vivo retrato de Joaquín y su imagen se refleja ahora en el espejo. El que está por llegar ya se acicala para quedar hecho un pincel y sacar pecho. Tal vez en el almuerzo de Trebujena, entre fogones, quiso dar el primer sartenazo a un predio, a la subvención municipal; tal vez sólo le hincó el diente al jamón. El Xerez se ha convertido en una venta con la bandera roja de la ruta del mosto. A sus comensales el club les trae al fresco.

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