Un breve catalán (2)

El nacionalismo catalán ha caído de la sección Nacional a la de Sucesos, pasando por la de Opinión

En el título del artículo del sábado se coló una errata minúscula: donde yo puse «Catalán» ponía «catalán». El artículo hablaba de los aforismos del filósofo valenciano Miguel Catalán, recientemente fallecido, y se titulaba «Un breve Catalán». Lo curioso es que fue uno de los artículos más leídos de ese día, cuando por su tema, le tocaba ser una de ésos para «we few, we happy few», esto es, para los pocos. ¿Qué había pasado? Yo sospecho que muchos lectores, al ver el título, creyeron que iba a hablar de Cataluña. Con muy buen criterio de oportunidad y de interés político, entraron en la columna. Siento mucho si les decepcioné, aunque quizá hayamos ganado a cambio algún lector inesperado para Miguel Catalán.

No sólo lo siento, sino que, además, me he dado cuenta de que llevaba mucho tiempo sin hablar de Cataluña. Quizá porque lo que allí está pasando no es ya ni breve ni sutil, sino lo basto catalán, siendo delicados. Política y jurídicamente se ha dicho todo lo que se tenía que decir. El debate intelectual está zanjado y, literalmente, visto para sentencia. De modo que lo que queda allí es el empeño voluntarista de los independentistas de salirse con la suya por la fuerza. No es extraño que empiecen los conatos de violencia y los coqueteos con el terrorismo. Están al fondo de la pendiente inclinada en la que se han precipitado desde hace mucho.

Quizá por eso no es tema ya de columnistas, sino de policías. El nacionalismo catalán ha pasado de la sección de Opinión a la de Sucesos. ¡Y pensar que durante tantos años ocupó las páginas de Nacional, cuando presumían de sentido de Estado y de socios fiables, ay, qué ingenuidad la de los grandes partidos!

Hay algo, sin embargo, que todavía podemos otear desde una columna. La escandalosa pasividad del Gobierno de Sánchez y la más clara connivencia del ministro del Interior Marlaska nos avisan de que en los planes del PSOE está pactar con el independentismo tras las elecciones. Son las cuentas de la lechera, porque, por mucho que baje Podemos, aunque sea por tres o cuatro diputados, les será siempre imprescindible para pactar, y, entre unas cosas y otras, le están quitando las ganas. Pero lo importante aquí no es lo que vaya a pasar, sino lo que está pasando. Una escalada de insumisión, ilegalidad y violencia que el Gobierno de España no quiere ver porque calcula pactar con ellos. Es tan explosivo como lo que más. O más.

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