TIENE QUE LLOVER

Antonio Reyes

La bruja piruja

QUE sí, que sí, que todas las noches, antes de acostarme, leo un cuento para aplacar el ánimo, y hago propósito de enmienda para terminar con el pesimismo vital que reina en el ambiente, y cierro los ojos con la ilusión de que por la mañana el sol ilumine de nuevo nuestras vidas.

Y en medio de la oscuridad de la noche, mis sueños rosas me llevan a la niñez y a cosas plácidas, y vencen, a fuerza de olvidarla, a esa mujerona fea y torva, desdentada y con arrugas, que aprovecha cualquier resquicio para meternos el miedo en el cuerpo. Y me levanto, somnoliento pero feliz, con las pilas cargadas y con el objetivo de comerme, después de desayunar, claro está, el mundo. Y salgo a la calle y miro al cielo: cubierto de nubes, amenazante de lluvia. Por un momento pienso que estoy en Liverpool, y me ilusiono con ir el fin de semana a Anfield Road a ver jugar a Fernando Torres. Pero no, no es así. La Plaza del Arenal me devuelve a la cruda realidad.

Allí, en un extremo, la veo. La mujer, tosca y descarada, aparece en el horizonte con su orza mágica. Junto a la Puerta Real, se sienta en un banco. Enciende sin ningún reparo una pequeña candela, y comienza a verter sustancias, y a remover, cuchara en mano, el caldero. Me acerco sigiloso. Puedo verla con nitidez. Es tan fea como presagiaba: nariz aguileña, barbilla puntiaguda, greñas largas y un diente, uno solo, cuelga en su boca oscura y profunda. Estoy tan cerca que puedo oír sus palabras: "sapo, lomo de culebra, ojos de tritón, lengua de perro, dedo de rana, bozo de murciélago, horquilla de víbora, dardo de lombriz ciega, pata de lagarto, ala de mochuelo, escamas de dragón, colmillos de lobo, momia de bruja, gargüero y estómago de tiburón de agua salada, raíz de cicuta arrancada en las tinieblas…". El brebaje humea en la lumbre. Una sonrisa maligna se escapa por entre las rejas abiertas de su boca.

De su falda negra y arrugada saca unos vasos. Con un cazo los va llenando cuidadosamente. Los coloca en el suelo. Poco a poco, un humillo ligero asciende al cielo y deja en el ambiente un tufo pestilente. En cuestión de segundos, una cola inmensa de resignados ciudadanos llega hasta el comienzo de la calle Larga. Esperan pacientes su turno. Ella, sin rubor alguno, comienza a despachar su mercancía. Los ciudadanos toman la poción y, cabizbajos, emprenden su camino.

Me cuenta un amigo que la mujer aparece el primer día del mes, y que cada vez son más las personas que engrosan la fila a la espera de su ración de bebedizo. Hacía tiempo que no se la veía tanto por estos pagos. Pero ahora, desde hace una temporada, siempre está aquí dispuesta a repartir sin control sus perversos potingues.

Desorientado, vuelvo a casa. Enciendo la tele. El Telediario informa de los últimos datos del INEM: 198.838 nuevos parados. Superamos los 3,3 millones. Todo un récord. Esta noche, sin remedio, soñaré con esa mujerona fea, siniestra y maliciosa: soñaré con la Crisis. Nadie está vacunado contra sus malignos hechizos. ¡Maldita bruja!

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