HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Los calendarios

E l calendario gregoriano es universal, como universal es la civilización. Inglaterra tardó en adoptarlo por venir de un papa. Rusia no lo usó hasta después de la Revolución de Octubre, que resultó ser de noviembre, y Turquía hasta la drástica reforma de Kemal Ataturk en los años 20 del siglo pasado. Hubo prejuicios religiosos para la adopción del calendario universal actual, pero se impuso al final por su precisión. Tuvo que ser un papa, Gregorio XIII, asesorado por matemáticos y astrónomos, el que decretara la actual medida del año en el siglo XVI, porque de haber sido un soberano cualquiera hubiera tardado más en ser aceptado. El hombre ha ido afinando sus mediciones; pero, desde antes de la Historia, la humanidad sabía de la vuelta del tiempo, un ciclo que se repetía, un anillo, que de ahí viene 'año', una serpiente que se muerde la cola. El hacer balances y predicciones de un año para otro es también costumbre antiquísima.

Los hombres dedujeron que la vuelta de las estaciones con puntualidad, el crecimiento de las plantas y la maduración de los frutos, las migraciones de los animales de caza, la tierra dormida del invierno y otros fenómenos observables tenían que ver con los ciclos del sol y de la luna, e intentaron inútilmente unir ambos en un solo ciclo anual, pero nunca lo consiguieron. Como mucho, elaboraron calendarios mixtos del sol y la luna con días añadidos por decreto al final del año para que las cuentas cuadraran. Los primeros romanos, basándose en el cómputo griego, crearon un año de 304 días. Los 61 que faltaban eran los correspondientes al invierno y no entraban en el calendario, lo que nos da idea de la aversión al frío y a la oscuridad que han tenido los pueblos mediterráneos. Y, así, observando y corrigiendo, hemos llegado a la medida actual del año, tan ajustado que sólo necesita mínimas correcciones cada mucho tiempo.

Con los 61 días del invierno se formaron durante la monarquía romana los meses de enero y febrero al final del año, y Julio César en su reforma dispuso que el año empezara el 1 de enero. La numeración desde el nacimiento de Cristo no fue general hasta el siglo X, pero desde el VI se hizo popular, cuando Dionisio el Exiguo, hizo unos cálculos dudosos, y no sabemos cómo, y fijó la primera Navidad el 25 de diciembre del 753 de la fundación de Roma. Con posterioridad se supo que podía haber un error de hasta 18 años, aunque lo más probable es que el nacimiento de Cristo fuera el 4 antes de Él mismo. El 25 de diciembre es una fecha simbólica sin más fundamento histórico que las celebraciones precristianas. Una fecha simbólica es tan importante como una real. Quitarle su simbolismo después de tantos siglos es de esas tareas absurdas que los políticos emprenden, tan absurdas como el calendario revolucionario francés o la entronización de la diosa Razón en la catedral de París.

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