Sin candidatos

Ahora mismo la política es una actividad de altísimo riesgo que no tienta a los buenos profesionales

Leo que Ciudadanos tiene problemas para encontrar candidatos fiables a ocupar los puestos de altos cargos en la Administración de la Junta. A primera vista puede parecer una noticia absurda, dado que los partidos políticos son ante todo gigantescas agencias de colocación y en ellos hay montones de aspirantes a hacerse con un salario público, sea del tipo que sea. Todos sabemos que hay gente de muy dudosa capacidad desempañando cargos técnicos muy complejos para los que resulta evidente que no están capacitados. Pero la dinámica interna de los partidos funciona así: se premia al militante abnegado ofreciéndole un cargo público para el que muy pocas veces suele estar capacitado. La ruina absoluta de la Venezuela chavista, que ha llegado a alcanzar unos niveles de inflación dignos de la República de Weimar -cuando una barra de pan valía dos billones de marcos-, se debe a que Chávez colocó en los puestos más importantes de la administración a unos sujetos cuyo único mérito conocido era la lealtad absoluta y la portentosa capacidad de decir que sí. Y de este modo, un país con enormes reservas en petróleo y en oro ha alcanzado los niveles de pobreza y de desabastecimiento más altos de Sudamérica.

En este sentido, que Ciudadanos tenga problemas para encontrar altos cargos es una buena noticia. Eso significa que no se van a dar al primero que esté haciendo cola exigiendo el pago reglamentario a los servicios prestados durante todos estos años. El problema es que la política es ahora mismo una actividad de alto riesgo que no tienta a los buenos profesionales. A un político se le escruta la cuenta de Twitter, se le investiga con lupa si ha tenido algún encontronazo con la ley y se le somete a una vigilancia que hace casi imposible su libertad de movimientos. Cualquier bulo o cualquier infundio que pueda circular por ahí se usa para atacarlo (o atacarla) y destruir su reputación. Un pelagatos que no pueda aspirar a un buen trabajo en el sector privado se someterá gustoso a estas exigencias humillantes. Pero un profesional de prestigio difícilmente aceptará hacerlo.

Y así vamos. Los mejores se niegan a participar en política, mientras que los peores y los menos capacitados se quedan con los altos cargos y las grandes responsabilidades de las que depende el bienestar de muchísima gente. Mal asunto.

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