Hemos analizado las semanas pasadas las posibilidades de escuchar en nuestra ciudad conciertos canoros procedentes de las distintas clases de aves urbanas que conviven con nosotros.

Hoy vamos a ver la secuencia de todo un día. Antes del amanecer algún mirlo (Turdus merula) saludará la puesta de sol desde la copa de algún árbol. Sus melodías son, de un tiempo a esta parte, nuevas en el medio urbano. Hasta hace poco los mirlos eran aves de bosques y campiñas. Pero la civilización le reporta ventajas; ausencia de enemigos naturales, temperaturas más benignas y sobre todo una fuente de proteínas inagotables, praderas de césped con miles de insectos y hasta el pienso de los animales domésticos ha entrado a formar parte de su dieta.

Una nueva especie forma parte de esta orquesta natural, la tórtola turca (Streptopelia decaocto). Esta ave ha colonizado las ciudades de España y de Europa con una invasión procedente del sur de Asia, adaptándose perfectamente a la vida ciudadana. No hay que confundirla con la antiguamente conocida como tórtola común (Streptopelia turtur), que siendo hace no más de cincuenta años abundantísima, hoy casi ha desaparecido, de forma que el Ministerio de Medio Ambiente ha prohibido su caza en toda España. Aquellas masacres que se hacían en pinares y eucaliptales en la costa de nuestra provincia cuando venían de África a criar en nuestros campos tendrán algo que ver con esta desaparición. Claro, matar la semilla no es lo más inteligente para proteger a una especie.

Y por fin, con la llegada de la noche el ulular de algún cárabo (Strix aluco) nos sorprenderá en cualquier parque o jardín de la ciudad. Este animal, también nuevo entre nosotros, hace cien años no estaba citado en ningún libro de ornitología de nuestra zona, se ha adaptado perfectamente a la ciudad y con su eficacia cazadora y su confianza en su mimetismo se puede encontrar en cualquier rincón jerezano. Como ven son invasores, pero ya tan jerezanos como el que más.

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