Aunque desde fuera parezca que todo es unidad para sacar al equipo de la zona en la que está, la situación por la que atraviesa el Xerez no es tal, al menos en el terreno deportivo. Y es que la llegada de Casuco, sus continuos cambios y algunas de sus decisiones han empezado a resquebrajar el vestuario. No obstante, ya se sabe que en esto del fútbol los resultados acaban por maquillar todo, y de ganar dos partidos seguidos y salir de la zona de descenso seguro que todo el negro panorama que ahora presenta el equipo pasará a un segundo plano o desaparecerá.

Sin embargo, la realidad no es tal y ya no solamente en el vestuario local del Xerez, sino también en el del propio entrenador. Aunque el murciano, cuya verborrea es digna de admirar, se haya cansado de repetir que la cordialidad dentro del cuerpo técnico (con cinco personas en total) es un hecho y que cada uno tendrá su parcela, lo cierto es que no parece ser así. Si no, ¿por qué no viajan ya ni Dani Pastor ni José Luis González con el equipo? La respuesta oficial es que ambos deben ocuparse de entrenar a los no convocados, algo que hace sólo unas semanas se encargaba únicamente el propio González, y anteriormente, hasta la llegada de Casuco, absolutamente nadie.

El ambiente no es bueno, eso se palpa cada vez con más intensidad, pero ya se sabe, cada maestrillo tiene su librillo, y Casuco parece estar más tranquilo con Javier Castañeda haciendo de hombre para todo que con el trabajo de los demás. Por un lado es comprensible la postura del lorquino, cuya confianza en el castellano es enorme, pero no así las formas, porque la división se hace cada vez mayor y entre unos y otros. ¿Qué puede ser lo siguiente? No lo sabemos, si bien no es de extrañar que en unas semanas se quede sin viajar el bueno de Manolo Oliva, que dicho sea de paso, ya no se puede sentar en el banquillo porque Castañeda, carente de título académico, tiene que hacerlo con ficha de utillero. Así no vamos a ningún lado.