Escucho en la radio un debate entre periodistas más o menos partidarios del PP. Hablan sobre la proverbial inacción del partido, que no levanta ninguna ley de la oposición jamás, mientras que a él (véase LOMCE, véase la seguridad ciudadana) se las tumban todas a la primera. No citan a Chesterton que dijo que la función de los partidos conservadores es conservar las leyes de los partidos progresistas. Pero discuten sobre si había que haber cambiado la ley de la Memoria Histórica. Uno es partidario de haberla derogado y otro defiende haberla dejado cómo está por un pulcro sentido de la democracia.

Me regocijo anticipando una discusión apasionante sobre el sentido de la palabra "democracia", su relación con la verdad, el compromiso con la historia y el peligro de las ideologías inyectadas en el subconsciente colectivo. Pero el que sostiene que habría que haber derogado la ley de Memoria Histórica vacila al primer encontronazo, y termina alegando que eso de cambiar el nombre de las calles tiene un coste económico considerable, pues los comercios tienen que renovar todos sus membretes y tarjetas de visitas. Ah. Lo de que la economía es lo que importa algunos lo han comprado hasta los últimos céntimos.

El problema de pensar con la chequera es que limita mucho el entendimiento de la realidad, que tiene más dimensiones. Comentábamos hace poco cómo el Impuesto de Sucesiones, una cuestión económica, amenaza más a Susana Díaz que tantas otras incompetencias manifiestas de la Junta; y así lo percibe ella. En la cuestión catalana, las ventajas o desventajas económicas de la independencia tienen un peso desmesurado en ambos argumentarios, al menos a efectos publicitarios. La realidad nacional, la historia común, la solidaridad entre pueblos o el orden jurídico cuentan mucho menos. Incluso la lengua, con la que empezó todo el movimiento nacionalista romántico, tiene cada vez menos que decir.

En el problema de la estiba, el Gobierno, que a menudo presume de liberal, no tiene mejor ariete contra el sistema de monopolio y privilegios asentados que la multa que nos ha puesto la Unión Europea y el dinero que esto nos va a costar cada día. La advertencia popular de que las puñaladas duelen en la cartera está alcanzando el valor político de una máxima prudencial de Maquiavelo. En vez de escribirlos en un documento de Word, voy a tener que hacer mis artículos en una página de Excel.

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