El 19 de diciembre de 1757 fue sepultado en el Convento de Capuchinos Francisco Camacho de Mendoza. En el correspondiente libro de entierros de la Parroquia de Santiago se recoge su partida de defunción. Lo excepcional de este documento es que la persona encargada de apuntar el acta se extralimitó y no se resistió a añadir junto al nombre del finado lo siguiente: "singularísimo escultor entre los de Andalucía y aun de España, que entre otras obras lo acredita la arquitectura y escultura del retablo mayor de esta iglesia, especial estatuario". Aunque no es la única prueba de la fama alcanzada por el artista, sí estamos ante la más llamativa.

El fallecimiento se produciría en su casa de la calle Piernas, hoy Guadalete. Casa que levantó tras la adquisición de dos inmuebles entre 1711 y 1712. Sin perder su propiedad sobre la misma, de 1717 a 1722 Camacho y su familia se trasladaron a vivir a la calle Larga. Fue un paréntesis de sólo unos años ya que a partir de 1723 pasaron a residir de manera definitiva en Piernas, comprando incluso ese año un solar anexo para ampliar su vivienda. Allí permanece el imaginero hasta su muerte y de allí saldrían muchas de las obras que se identifican como creadas en su obrador: el retablo de Ánimas de San Lucas, el San José de la O de Rota, el San Joaquín de Santo Domingo de Cádiz, el desaparecido retablo mayor de Santiago, citado en su acta de defunción, o tallas atribuidas con rigor, como son Jesús del Prendimiento, las vírgenes de los Remedios y la Amargura, el San Vicente Ferrer Penitente de Santo Domingo o los relieves de Ánimas de San Miguel y la Catedral.

Camacho, el mayor escultor que ha dado Jerez, tiene méritos propios para que una sencilla placa lo recuerde en el lugar donde desarrolló su trayectoria vital y profesional. ¿Tan difícil sería este merecido homenaje?

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