EL escándalo de los Pujol parece que ha cogido por sorpresa a muchos, cuando la media Cataluña no nacionalista lo sabía, y la otra media nacionalista lo barruntaba pero prefería mirar a otro lado. De todas maneras, políticos con grandes patrimonios no justificados no es una exclusiva de Cataluña. Si piensan un poco, encontrarán otros respetables y honorables con fortunas que se han hecho a través de la política y sobre los que no sólo no ha caído el oprobio general, sino que lo gozan con todo descaro. Lo que impacta del caso Pujol no es la inmensa pasta robada, sino la impunidad con la que han podido actuar durante 34 años. Este latrocinio no se puede mantener durante casi cuatro décadas, sino es con el concurso y consentimiento de muchas instituciones, unas catalanas propiamente y otras cuantas nacionales. Los cuatro presidentes anteriores y sus ministros de interior -por no decir jueces y fiscales anticorrupción- han silbado como distraídos, con tal de mantener contento a un separatismo que se ha radicalizado a medida que aumentaba lo robado. Mientras hacían de bisagra de gobiernos de los dos colores, asumían más competencias, más privilegios, más impunidad y más inmunidad. Pujol no me pareció nunca honorable; desplazó a Tarradellas por edad y por ambición. Su papel en la Transición consistió en lograr pactando con el PSOE de González, que el término nacionalidades se incluyera en el artículo 2 de la Constitución, y a partir de ahí, a sangrar las arcas en favor de un nacionalismo que nunca se contentaría. Han robado el manso y encima manejan instituciones y competencias que los hace aun fuertes. Creo que Mariano debería liderar el acoso y derribo del nacionalismo separatista, primero sacando todas sus vergüenzas, y luego cerrándoles el grifo. Mariano está todavía quieto, no vaya a salírsele el hombro.

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