Sus castas

Nuestros políticos serían capaces de derogar la ley de la gravedad si no tuviesen ya el Falcon para volar

Aunque no nos asombre nada, es asombroso que el PSOE, presunto partido de Estado, contribuya con tanto ahínco a partir el Estado. Ahora va a apoyar la proposición del PNV para acabar con la suspensión como herramienta sancionadora para aquellos cargos públicos que desobedezcan las sentencias del Tribunal Constitucional. O sea, van a envainar la espada de la estatua de la Justicia, de modo que se quede sin fuerza ninguna para hacerse respetar. También van a rebajar muchísimo la cuantía de las multas que pueda poner el Tribunal.

¿En qué mejora eso la vida de los españoles? ¿Para qué lo hacen? Teniendo en cuenta que el TC es el garante máximo del ordenamiento jurídico y del sistema político, esta nueva medida tiene una lectura pegada a la actualidad política. En el País Vasco hay mayoría nacionalista y en Cataluña, tras el desvanecimiento del efecto Illa, la habrá. Ambos preparan sus sendos y consuetudinarios embates al orden constitucional. El Gobierno de España colabora allanándoles el camino.

Tiene también una lectura moral, que no quiero dejar de apuntar, por si podemos aplicarnos la lección. Un TC que se hubiese hecho respetar resolviendo a tiempo tantos recursos pendientes y sin mangoneos políticos y exigiendo después obediencia a los políticos de turno, no tendría que sufrir ahora que se le tomase como el pito del sereno.

Lo más grave, con todo, me parece el enésimo privilegio que los políticos se conceden a sí mismos. Ahora podrán reírse del TC más a gusto. ¿Es imaginable que hiciesen una proposición de ley para que las sanciones de tráfico no suspendan nuestro carnet de conducir; o para rebajar las multas por incumplimiento fiscal de cualquier contribuyente de a pie; o una relajación de los requisitos administrativos para una humilde licencia de obras? Inimaginable, ¿verdad? Pues ininterrumpidamente, ley tras ley, decreto tras decreto, están creándose un sistema de castas con inmensos privilegios, se arrogan poderes que exceden lo legal en fondo y forma, y se libran preventivamente de cualquier posible responsabilidad posterior. Por si algo se escapa, tienen a mano la cláusula de seguridad de los indultos y las reformas con carácter retroactivo de la ley.

Resulta que esa irresponsabilidad constitucional del Rey que les escuece es una minucia comparada con la suma de las sucesivas garantías que ellos mismos se conceden, incansables. O nos cansamos o siguen.

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