La ciudad y los días
Carlos Colón
Ministra fan, oposición Bartolo
Un día en la vida
Los jefes de Vox, y sus estrategas -que también tendrán pese a su casticismo político-, hacen algo tan antiguo como presentar un panorama tremebundo y a continuación erigirse en solucionadores del desastre, de los gravísimos problemas que tienen a España en lo más profundo del abismo de una crisis (irresoluble sin ellos), el caos (permanente sin ellos) y la decadencia (secular sin ellos). Esto es tan viejo como andar hacia adelante, y los de Vox, que lo saben, se presentan a la manera de un enérgico Don Limpio dispuesto a acabar con toda la costra aplicando una fórmula tradicional, de toda la vida, eficaz y única, que están seguros de que ha funcionado siempre y volverá a funcionar. Lo hará frente a otras que se han demostrado inocuas, estériles, blandas, falsas... todas esas que han estado administrando durante todos estos años los demás partidos -principalmente los dos mayoritarios que se han alternado en el poder, PSOE y PP, aunque para Vox se lo han estado repartiendo- y que han hecho de su amada patria un estercolero idóneo para el florecimiento de gentuza, indeseables que han aprovechado el abono servido por una élite política falta de escrúpulos que con sus leyes sin sentido les posibilita campar a sus anchas e imponer su modo de vida. A saber: izquierdistas en general -vulgo rojos; también los morados de ahora-, progres -aunque a algunos que lo fueron de salón Vox los ha reclutado para su causa-, la "derecha pusilánime", los nacionalistas -no los nacionalistas españoles, claro-, los independentistas, las feministas, los ecologistas, los gais, las lesbianas, los transexuales, los ateos, los indigentes, los narcos, los drogadictos, las prostitutas, los vagos y maleantes... en fin, toda esa ralea que a decir de Vox vive como Dios a costa de la gente honrada que, muy al contrario que todos estos felones, siente una opresión en su pecho español cada vez que recuerda que la Union Jack sigue ondeando, infame, en lo más alto del Peñón de Gibraltar.
Es por todo eso y por mucho más por lo que Vox, con pedigrí de patriotas sin tacha, irrumpe con la tarea de poner fin a toda esta devaluación y corrupción de España. En su acto de adhesión (inquebrantable) de Vistalegre sus ya correligionarios jalearon a los jefes con el bélico-festivo "¡A por ellos, oé, a por ellos, oé!" y los líderes respondieron al entusiasmo azuzando el cántico. Nada tan útil para un partido de esta índole como saber quiénes son sus enemigos y señalarlos. Vox ha echado el anzuelo. Y no son pocos los que ya pican en su retorcido y emponzoñado cebo.
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