Hoy martes se inauguran unas jornadas dedicadas a la cultura del vino que, con el título "De las cepas a las copas", se desarrollarán hasta este viernes en los Museos de la Atalaya con la organización del Ayuntamiento, la Universidad Pablo de Olavide y la Asociación Jerezana de Amigos del Archivo. El enfoque es acertadamente multidisciplinar, englobando distintas épocas (desde la Antigüedad hasta casi la actualidad), diferentes áreas geográficas y, por supuesto, diversos puntos de vista: históricos, archivísticos, literarios, artísticos o puramente arquitectónicos. Este último aspecto, el de la arquitectura, tema central de esta columna a lo largo de muchas semanas, quedará plasmado en charlas sobre nuestra ciudad y sus bodegas en el XVII y el XX, sobre el caso concreto de González Byass o sobre la influencia de la riqueza del vino en la eclosión de una particular tipología de casa señorial jerezana en el siglo XVIII.

Este evento, aunque centrado, como es lógico, en ponencias y comunicaciones, incluirá una serie de actividades paralelas, como visitas y rutas, que permitirán disfrutar de todo ese patrimonio cultural en su lugar natural, la viña, la bodega y la tonelería. Toda una invitación a vivir, valorar y defender una de nuestras señas de identidad. Porque el vino de Jerez nunca debería vincularse a la incultura, a lo soez o a la embriaguez, como un conocido programa televisivo ha hecho para burla y deplorable entretenimiento de toda España hace sólo unos días. El jerez, fruto del esfuerzo y el trabajo de toda una sociedad durante siglos, y en otro tiempo fuente primordial de nuestra riqueza, constituye un testimonio, positivo, de lo que fuimos y el resultado de lo que todavía somos y, entre otra muchas cosas, ha sido generador de un legado arquitectónico insustituible y nunca de manera suficiente valorado.

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