Voy incubando un contundente cargo de conciencia. Escribo los artículos de este agosto como tendido en la playa: que si los veraneantes, que si el búho real, que si el uh, uh de la lechuza, digo, del cárabo, disculpen, que si mañana la serie Juego de tronos. Tendría que ser más profesional, me reconvino, y hablar de temas graves y políticos. Echaré mano, pues, del incómodo comodín del catalanismo que, otra cosa no, pero juego (de tronos) en serie nos está dando de sobra a los columnistas. Rajoy puede que no se mueva, nosotros no paramos.

Hago un esfuerzo de concentración y pienso en el 1-O… Y entonces caigo en el detalle tan bonito que han tenido los nacionalistas. El uno de octubre parece puesto a posta para que veraneemos tranquilos. Ellos, los primeros, supongo. Nos da un mes exacto para que, después de volver de agosto, cojamos carrerilla. Si menos tiempo, nos habría jorobado el relax. Si más, la tensión se había diluido en el neblinoso horizonte otoñal.

Esperanzado de que todavía quede en el fondo del corazoncito independiente mucho de picaresca laboral y cálculo de estructuras vacacionales, cosas bien españolas, emprendo una investigación para enterarme de los auténticos motivos de la fecha escogida para su presunto referéndum. Pregunto a mis vecinos de toalla. No recuerdan ninguna razón especial. Aunque es cierto que tampoco encuentran ninguna razón general al referéndum en sí mismo. ¡Mira si ha sido por las vacaciones, y para que yo pueda hablar mañana del dragón de la Rompedora de Cadenas!

En cualquier caso, la fecha nos regala una metáfora política de primer orden que explica el problema en sus términos exactos. Como ven, el 1-O es un uno cero: el marcador de una victoria por la mínima del equipo de casa. Y realmente lo que se juega en ese partido es saber quién juega en casa. ¿La soberanía es nacional y, por tanto, España está en su casa en Cataluña, y el nacionalismo es un equipo visitante, como dicen la Historia y la Constitución, o es al revés, como se han empestillado? Si se vota, el nacionalismo habrá vencido porque habrá demostrado que hace lo que le da la gana en su casa. Si no se vota, habrá quedado claro que Cataluña sigue siendo una parte esencial de nuestra casa común. (Resulta muy exquisito, además, lo de ganar por la mínima y lógico entre españoles, aunque algunos lo sean a regañadientes. Seguro que a Rajoy debe de gustarle en especial.)

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