¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El cetro de la derecha

Casado brilló ayer como nunca. Aún no parece aún capaz de unir a las cabilas de la derecha, pero dio un paso importante

Aunque en sus clubs y armarios cultiva la anglofilia, la derecha española tiene mucho de cabila rifeña. Se nota en su gusto por la refriega interna y por sus pulsiones anarquizantes. Como pasa con las tribus moras, sólo cuando aparece un líder fuerte, las derechas son capaces de unirse y tomar la colina del poder. Pasó con Franco y Aznar, dos personajes que, indudablemente, gozan hoy de valoraciones históricas muy diferentes, pero cuya principal significación consiste en que fueron los indiscutidos jefes de la diestra nacional, como nos recuerda, desde su chalet cordobés, el historiador José Manuel Cuenca Toribio, autor de Historia de la derecha española.

Cualquiera que acerque el microscopio al cultivo de las derechas observará inmediatamente un rico ecosistema: liberales con pulsiones libertarias, tecnócratas de comunión diaria, monárquicos de rancio abolengo, demócratacristianos de pulcras camisas, legitimistas de don Carlos, conservadores con nostalgias canovistas, maurrasianos Pero estos son sólo los pájaros más exóticos, los de plumaje más colorido y pintoresco, porque la masa de la derecha española, como toda masa, es gris perla, y lo único que quiere es un país más o menos ordenado y limpio, como una casa a las doce en punto. Eso y que no le toquen a sus muertos.

Santiago Abascal ha demostrado que no puede ser el líder de esa derecha. Sobre todo porque, más allá de rentabilizar el evidente cabreo con el Gobierno Sánchez-Iglesias, ha decidido escoger un discurso que está colonizado por ideas que le son completamente ajenas a la tradición y a los intereses de su tribu. Todos esos préstamos trumpistas y lepenistas, su antieuropeísmo, sus diatribas contra el pájaro Soros y su ensañamiento con los menas (¡en un país tan niñero como España!), no pueden conectar con el alma doméstica de nuestra derecha mesocrática, conservadora, cristiana y, en los últimos tiempos, liberal. Quizás, sólo en su defensa de la unidad de España y en la crítica a la llamada memoria histórica, un constructo venenoso de la izquierda radical para deslegitimar a media España, Abascal y Vox conectan con el tradicional sentir de la derecha.

Pablo Casado, sin embargo, ayer brilló en el Congreso con un bien armado discurso: setentayochista, liberal-conservador sin excesos calvinistas, europeo y español. Ni siquiera los elogios de Iglesias le restan mérito. Aún no parece capaz de unir a las cabilas dispersas, pero dio un paso muy importante para hacerse con el cetro de la derecha.

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