La ciudad y los días

Carlos Colón

De cinturones y apreturas

HAY que apretarse el cinturón, dice siempre quien tiene agujeritos de sobra para hacerlo. ¿Pero qué hace quien ya se lo ha apretado hasta el último o ni tan siquiera lo tiene, y se sujeta los pantalones con la cuerda del empleo precario, del contrato basura o de la pensión engaña hambres? ¿Qué hacen los 4.700 trabajadores que SEAT va a mandar a su casa? ¿Qué hacen los 5.000 sevillanos que se quedaron en paro el pasado mes de septiembre, sumándose a los 641.433 parados andaluces que a su vez se suman a los 2,6 millones de parados españoles, alcanzando entre todos la peor cifra de desempleo desde 1997?

Sin demagogia alguna se puede decir que cuando toca pasarlo mal, los que ya andaban apurados lo pasan siempre peor; que cuando toca apretarse el cinturón, algunos es el nudo de la horca lo que tienen tentaciones de apretarse; que los tiempos difíciles -como en la hermosa novela de Dickens del mismo título- siempre lo son más para unos que para otros. Sin demagogia alguna se puede decir que produce embarazo, por no decir repugnancia, oír hablar de sacrificio a quien no se sacrificará, de esfuerzo a quien no se esforzará, de austeridad a quien no será austero. Sé que las cosas son así y que los intentos radicales para que dejaran de serlo las pusieron aún peor. Pero se les podría pedir a quienes el cinturón les da tres vueltas al cuerpo, y por lo tanto nada les cuesta apretárselo, que fueran, si no más solidarios, sí al menos más pudorosos al hablar de sacrificios.

Y conste que no me refiero a la estúpida polémica, esta sí groseramente demagógica, suscitada por el trasnochado republicanismo de ERC (Tardá), IU (Joan Josep Nuet) y PNV (Anasagasti) a propósito de la, por otra parte poco oportuna aunque económicamente irrelevante, subida de la partida presupuestaria destinada a la Casa del Rey. Me refiero, por el contrario, a los políticos que han negado la crisis para sumar puntos en el periodo electoral, a los que la utilizan para derribar a los que la negaban, a los que no son capaces de ponerse de acuerdo para afrontar tan difícil situación. "Hay que dar ejemplo", "hay que apretarse el cinturón", "no creemos en los privilegios de sangre azul", "esto es una vergüenza y una absoluta falta de sensibilidad y de respeto", "el Rey debe renunciar a sus vacaciones de verano", han dicho los tricolores de ERC, IU y PNV refiriéndose a la Casa Real. Y no se les cae la cara de vergüenza (ni a ellos ni a sus colegas) al analizar la calidad de su gestión, los sueldos y prebendas que reciben por ella y la pensión que les quedará. Será que para que se les caiga hay que tener vergüenza.

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