Estábamos extrañados de un tiempo tan poco caluroso, pero ha sido llegar el calor y sus consecuencias, para que empecemos a preocuparnos por la gran cantidad de barbaridades que seguimos soportando a diario. Porque si algo tiene nuestra especie es que se preocupa sin necesidad de conseguir hacer difícil lo fácil, de hacer lo imposible en cualquier momento, y que el no va más, sea familiar. Son pocas las personas que necesitan vivir una absurda fantasía en sus vidas, y acaban por perecer en el intento. Ejemplos hay muchos. Nunca habíamos visto a fascistas de derechas hacer primarias para volver al poder, tratando de salvar sus vidas, o mejor dicho, tratando de salvaguardar sus modos de vida a costa de los demás en base a mentiras tradicionales y traicioneras haciendo giras teatrales sin escenarios por todo el país, sin hablar de personajes de otros tiempos que parecen alistados en el Titanic y quisieran salvar el pellejo a toda costa. Funambulistas de la realidad en el ángulo perdido. Nunca habíamos visto a gente morada sin tratamiento de varices exógenas participar en la admiración por unos puestos representativos de la invitaciones a las instituciones televisivas. Ni siquiera habíamos tenido la oportunidad de ver a los triunfadores de las mociones de censura, aparentar poder, sin tener los votos necesarios, para sacar adelante las propuestas que presentan. Y por supuesto nunca habíamos visto tantos ciudadanos dudando de las veleidades de las que son testigos y tener que decidir que la inutilidad del mundo es directamente proporcional a las personas que las dirijan. La vida real hay que escucharla. Estando tan cerca como estamos, de saber tomar decisiones como ciudadanos comprometidos, es muy difícil aceptar que tengamos que aceptar los modos de gente descafeinada, sin principios y sin vergüenza. El futuro no es el que los trabajadores del circo quieran. Sería más bien una cuestión de a los que las cosas les importa de verdad.

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