Las cofradías, nuevos tiempos

En las cofradías, no son tiempos de marear la perdiz con propuestas y contrapropuestas

Ni fías, ni porfías, ni cuestión con cofradías… El dicho antiguo tiene toda la pinta de pasar a mejor vida. Aunque algunos no terminan de enterarse, los nuevos aires de esta sociedad digital también afectan a las cofradías, las cuales serán tanto más reconocidas cuanto aporten desde una perspectiva más social (la caridad, en su mejor expresión de la doctrina de la Iglesia) que procesional o costumbrista. Así lo han entendido las dos grandes hermandades referencia de la ciudad, cada cual a su estilo, primando con sus hermanos mayores al frente la seriedad y la contribución al bien común como pilar de sus objetivos inmediatos. Alguno, como el acercamiento del Señor del Gran Poder en su centenario a los más necesitados, de indudable impacto.

También la Iglesia Diocesana, en su perfil más institucional, parece posicionarse de una manera terminante en su visión de lo que no tienen que ser las cofradías en este tiempo tan dado a la inmediatez y los comunicados en Twitter. Las cuestiones cofradieras se plantean en los organismos dispuestos al efecto, se discuten y se resuelven de acuerdo a unos criterios meridianamente claros que establece con su plácet el Consejo, más respaldado que nunca. Y rapidito. No son tiempos de marear la perdiz con propuestas y contrapropuestas, de entrevistas engoladas en medios afines, de apelaciones al cuerpo de hermanos como el que dirige un equipo de fútbol. La creciente secularización de la sociedad exige a las instituciones religiosas, también a las cofradías, una actitud reconocible en su condición de instrumentos vehiculares de la transmisión de los valores cristianos en un entorno a veces incluso hostil.

No salgo de nazareno el Martes Santo ni estoy demasiado puesto en horarios e itinerarios, por lo que mi opinión favorable al discurrir tradicional tiene una base más de lógica que otra cosa. Y puedo entender que existan motivos sobrados para la queja de unos y de otros, pero ahora prima lo sustancial (las hermandades como verdaderos vehículos de evangelización) sobre lo adjetivo (las eternas discusiones sobre los horarios). Eso es, creo, lo que quiso dejar claro nuestro arzobispo en un tono no conocido hasta ahora. Les ha tocado a ellos, como el año que viene les puede tocar a otros. Y no parece que las previsibles protestas tengan mucho más recorrido que el propio de las barras de los bares.

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