Un día en la vida

manuel Barea /

Lo coloquial

SE tiene por lenguaje coloquial el que se utiliza en una conversación informal y distendida, lo que se da en llamar una charleta. Eso dicen los manuales. También el diccionario de la RAE. Ese lenguaje es del que echamos mano la mayor parte del tiempo, es el habla de estar por casa o por los bares, depende del carácter hogareño o dipsómano de cada uno, es nuestro uso más frecuente y masivo del código lingüístico con el que nos comunicamos. Y está desde luego impepinablemente vinculado a la situación, al momento, al escenario y, sobre todo, a los interlocutores con los que pegamos la hebra. El ámbito familiar, doméstico, es su territorio natural.

Lo que no llego a tener claro es que ese registro sea exclusivo de un marco "distendido e informal" y refleje y transmita cordialidad, relajo, afabilidad, cercanía. Si te acuerdas de las castas de alguien estás usando un lenguaje de lo más coloquial, incluso vulgar, muy directo, muy claro, muy conciso. Y muy contundente, pero bastante alejado del cariño y el afecto. Nada que ver con un buen rollo, dicho sea de forma coloquial. Y si no hay que ponerse exquisito ni esdrújulo -aunque siempre hay por ahí suelto algún pedante- con los colegas ni con los troncos, en determinados salones, sin la obligación de adoptar un tono versallesco, se impone un estilo, un tono, unos modos.

Dicho lo cual, cuando toca, la mayoría nos emparejamos entre tiesos, como se dice coloquialmente. El braguetazo es una excepción, de ahí su impronta superlativa y ese zumbido de parásito que delata a quien lo pega, revoloteando como un moscardón alrededor de la abundacia ajena. Es cosa de la edad: de joven buscas a alguien como tú, de tu condición, y el otro te busca a ti, y la cosa fluye entre coloquios.

Que ahora la jefa del Gobierno andaluz se jacte, presuma, alardee o simplemente admita en una sala del Parlamento en la que se pretende saber si hubo chanchullos con la lana de los cursos de formación, que se casó con un tieso, no es más que querer dárselas de ferozmente humana, de pretender transmitir que es una más, otra mujer que habla -ya sea en una sala del Parlamento o en la cocina de su casa-, como las demás mujeres que se han casado con otros tiesos después de algunas charlas coloquiales, de esas que tienen las parejas tiesas. Pero no cuela. Que un político saque del ámbito privado, íntimo, la nómina magra de su cónyuge con esa jerga será coloquial. Pero sobre todo es populismo.

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