Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El color del cristal

Madrid es más que nunca centro de decisión y cada vez concentra más poder económico y social

Juanma Moreno empleó el otro día buena parte de la mañana en intentar convencer a los que lo escuchaban en el Parlamento, quizás también a sí mismo, de lo mucho que ha mejorado Andalucía en el último año, justo lo que lleva él en el palacio de San Telmo. Susana Díaz, ya por la tarde, también empleó tiempo y argumentos para demostrar que, en el último año, justo lo que lleva ella fuera de San Telmo, a Andalucía le va de pena. Nada que deba sorprender. Ya conocen esos versos de don Ramón de Campoamor sobre la verdad, la mentira y el color del cristal con que se mira. Pero creo que no arriesgamos mucho si tomamos distancia de ambos y concluimos que, básicamente, Andalucía está igual que hace un año y que dentro de un año tampoco habrán cambiado demasiado las cosas. Para ello podemos apoyarnos en las estadísticas que queramos -échenle un vistazo, por ejemplo, a la última Encuesta de Población Activa- o, simplemente, pisar la calle y hablar con la gente.

Esto es y seguirá siendo por dos razones fundamentales: la primera es que los problemas que arrastra Andalucía no se arreglan en un año ni en diez. La diferencia de renta con la media española, el paro endémico muy por encima de los niveles de una economía desarrollada, la infradotación de servicios públicos, la falta de industria y toda la lista que ustedes quieran, parten de un diseño del Estado, inducido por muchísimos factores, en el que al sur le ha tocado el papel de territorio subdesarrollado. La segunda es porque los márgenes de maniobra de un Gobierno autonómico para incidir sobre esa realidad son muy estrechos, por no decir casi nulos.

Y eso no va a cambiar ni en el corto ni en el medio plazo, pero es que, además, la marcha de la economía y de la sociedad va en dirección contraria. Madrid es más que nunca el centro de decisión de las cosas que de verdad importan y cada vez concentra más poder. ¿Quiere decir esto que el diseño autonómico es inútil? Evidentemente, no. La Junta tiene la responsabilidad de gestionar unos servicios públicos de la forma más eficaz posible y de poner los medios que hagan que la inversión y la creación de riqueza no se conviertan en una carrera de obstáculos administrativos. En ello encontraremos diferencias de matiz e incluso algunas de mayor calado. Pero nunca serán sustanciales para resolver -y resolver no es paliar ni parchear-los problemas que de verdad lastran a Andalucía. Otras cosa son la pelea de cada día y los cristales que cantaba Campoamor.

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