Habladurías

Fernando Taboada

El coste de la vida interior

¿SERÁ posible? Llevamos años quejándonos de lo cara que está la vida y no acertábamos a dar con una razón. Hasta que al ministro de Economía no se le ha ocurrido señalar con dedo acusador a los propios consumidores, ni se nos había pasado por la imaginación que la culpa era nuestra. Porque aquí todos, con tal de lavarnos las manos, somos capaces de echarle el muerto de la inflación a los especuladores, a las normativas europeas o a la bolsa de Nueva York. Sí, claro, y al precio del petróleo también. Menudo despiste. Según la versión del señor ministro -que de esto entiende lo suyo- el coste de la vida se ha elevado vertiginosamente por una razón muy simple: los consumidores "no hemos interiorizado el valor del euro." ¿Se puede decir con más elegancia que somos unos tarugos?

Como ejemplo de esta falta de previsión, ha criticado las propinas exageradas que dejamos los españoles en los bares. Se creía usted muy espléndido, ¿verdad?, dando algo para el bote. Pues sepa que, cuando lo hace, no solo está jugando con dinero negro, sino que además está colaborando para que se encarezcan productos básicos como el pan, la leche y las alitas de pollo. Dicho de otra forma, está hundiendo en la miseria a familias enteras.

Y es lógico que, con tanto desmadre, no haya economista en el mundo que pueda frenar la inflación. El pobre ministro, estrujándose el cerebro en su despacho para que le salgan las cuentas, y ustedes ahí, hala, a tomar cañas como si tal cosa y a dejar, encima, esas propinazas de miedo. Yo ya me temía algo por el estilo. Era llegar a la cola en la pescadería y, con solo ver la cara de pasmados de algunos clientes, me decía: estos se nos cargan las previsiones del gobierno. Y vaya si se las han cargado.

Hay que ver lo callado que se lo tenía. Pero haberlo dicho antes, hombre, que nos habríamos ahorrado nuestras buenas perras. Ahora entiendo la sensación aquella, como de malestar, que me entraba al pagar en la gasolinera. Mecachis, ¿quién me iba a decir que era por no interiorizar como Dios manda la moneda única europea? Pero eso se acabó. Llevo apenas una semana haciendo ejercicios de interiorización y, francamente, me va fenomenal. Cada vez que tengo un rato, me tumbo en el sofá, cierro los ojos, y me pongo a interiorizar euros. Los que me dé tiempo. Unas veces interiorizo treinta, otras interiorizo diez, o doce, según se presente la jornada. Y es milagroso. Desde que lo vengo practicando, siento más poder adquisitivo. Y lo mejor está por llegar. A este ritmo de interiorización que llevo, no me extraña que pronto empiece a notar los efectos en la factura del gas, en la cuenta de los bares y en la cesta de la compra. Me van a salir tiradas de precio.

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