La Crestería

Manuel Sotelino

Estilo cofrade

CONFIESO que en todo esto de las cofradías me queda ya un solo regusto como es el conversar con los cofrades más veteranos. Me pasa lo mismo que con el toreo. Los toreros que peinan canas ya retirados son mucho más interesantes que las figuras actuales, las cuales, en estos tiempos de tanta pérdida del sentido común, beben agua mineral y se dan besos en los patios de cuadrillas antes de saltar al ruedo.

Cuando uno escucha a los viejos rememora otros tiempos y otros ámbitos. Esos tiempos donde los pasos iban con gladiolos en las esquinas —es cierto que no eran la quintaesencia del buen gusto— pero a cambio se vivía con mucha más fraternidad esto de las hermandades. Ahora se han perdido las formas y en las secretarías es más fácil ver al Greco replanteando el entierro del Conde de Orgaz que un oficio bien escrito o una carta de agradecimiento.

Esto también se ha perdido en las cofradías. Tan dadas a los agradecimientos, a las invitaciones por escrito o a ponerle un sello a la historia de la corporación por aquella peana que nos cedió la hermandad vecina y cercana.

Ahora, se comunican los actos con un simple mensaje de WhatsApp. Y así se ha cumplido con el expediente. Ya sabemos que hacer un oficio o sentarse a redactar una carta es un coñazo, como la Semana Santa de Sevilla según afirmaba el Nene. Pero siempre se han hecho así las cosas.

Son maneras y estilo. No vale acudir a un templo con tu imagen y que el hermano mayor anfitrión se tenga que enterar por la prensa porque ni tan siquiera se le ha enviado un oficio o una simple llamada de teléfono. No es así.

Se han perdido los formalismos. Y el estilo. Y por eso, ahora, de las cofradías, solo me pone hablar con los veteranos. Ellos nunca lo harían.

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