Ojo de pez

pablo / bujalance

¿Qué crisis?

LA abstracción que llaman curso político merece ya convertirse en objetivo del panenteísmo que promulgó Spinoza: el nuevo ya está aquí sin que el anterior haya terminado de irse. La jornada de hoy reviste cierto carácter de frontera, aunque sea por la fatiga que produce no ver el final del cuento; pero, en el fondo, todo sigue la corriente de la barata enjundia electoralista que invade las proclamas y diatribas (ojalá pudiésemos decir propuestas y soluciones; pero ya Celia Villalobos acuñó esta última palabra como lema de campaña, y ya ven). La cuestión sigue patas arriba, como escrita por Lewis Carroll, con Moreno Bonilla pidiéndole a Susana Díaz, en plan Aute, que no anticipe las elecciones todavía, espera un poco más, cuando prácticamente no hizo más que apelar a las urnas durante el mes siguiente a su llegada al frente del PP andaluz. En lugar de semejante jugada (hay que reconocer que la presidenta se puso más chula que un ocho: o los presupuestos, o el abismo; no sólo Artur Mas sabe jugar a Hundir la flota), Moreno Bonilla ha invitado a Díaz, como un aspirante a Yago que se queda en bululú, a que declare una crisis de Gobierno, una patochada que huele, claro, a regalo envenenado. Sin embargo, ay, Díaz ya tiene más de un príncipe dispuesto a besarla sin necesidad siquiera de morder la manzana.

Porque lo que viene a demostrar la poca gracia que le hacen a Moreno Bonilla unas elecciones ahora, hasta el punto de preferir el refuerzo del bipartito, no es sólo su desgaste en la candidatura, sino, más aún, la soledad que acusa respecto a la órbita nacional de su partido. Resulta oportuno pensar que los mismos populares que aguardan su caída tras la peseta brindada por Rajoy a Arenas, ganador de las elecciones, están haciendo bien su trabajo. Y es aquí donde más tiene que perder Moreno Bonilla contra Díaz: consumido ya el efecto Sánchez y con Podemos dispuesto a convertir al PSOE en la UCD, habrá que ver todavía mucho más a la presidenta de la Junta en la arena española (vaya si le salió bien, por cierto, renunciar a la pugna en Madrid y asumir el papel de la Isabel La Católica de San Telmo) aclamada como referente del socialismo ibérico. Y a los andaluces, ya se sabe, nos gusta mucho presumir fuera de lo que tenemos dentro.

A todo esto faltaba el popular Elías Bendodo mandando más regalos envenenados a sus propios alcaldes al reclamar mandatos de ocho años. Eso sí que es una crisis. Quizá algún día el PP repare en que su alternativa es necesaria en una Andalucía clientelista y pacata. Pero lo que el partido ofrece hoy no basta, ni de lejos, para tomarla en serio.

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