El círculo es el de Podemos y la cuadratura la que tiene que hacer Nadia Calviño con las cuentas del Estado. Hace unos días, yo advertía que el peligro de este Gobierno «no es la economía, estúpidos», sino su programa. Su feroz revuelta por el pequeño pin escolar en Murcia lo demuestra. Además, está el embrollo internacional, con las noticias de los pagos de las narcodictaduras a Podemos, que todavía van llegando con cuentagotas. No olvidemos las cabriolas jurídicas para controlar a los jueces (obsesión básica de la legislatura) y para rebajar la pena de los sediciosos, ya sea mediante indulto o mediante una reforma legal que les regale una retroactividad beneficiosa.

Todos éstos son frentes abiertos y graves, y hay más; pero me insisten los amigos en discutirme aquel artículo mío de la estupidez financiera. La clave está en la economía, me remachan. Que, por cierto, era lo que yo decía en aquel artículo. Resumiéndolo: el peligro del Gobierno está en otras partes, pero el peligro para el Gobierno está en la economía. Su permanencia depende de los dineros, y es el peaje que tendrá que pagar si quiere llevar a cabo su política de ideas y llevar al día su alquiler por los servicios prestados a los independentistas catalanes.

Me aseguran quienes saben mucho de esto que el PSOE no podrá cuadrar el círculo de Podemos y que el Gobierno, por tanto, explosionará por dentro. Demasiados gastos contantes, sonantes e irrenunciables (pensiones, seguridad social, funcionarios, sanidad), demasiada deuda voraz y demasiadas promesas electorales para unas cuentas exiguas, con un margen impositivo magro y un crecimiento que decrece.

Aunque Sánchez tenga otras cosas en la cabeza, su verdadero talón de Aquiles es la economía. La flecha que lo herirá -me aseguran- ya ha sido disparada y baja rauda y directa (como en los gráficos macroeconómicos) hacia su talón. No digo que no tengan razón, pero me gustaría quitársela. Esto es, preferiría una batalla más intelectual y más política. Por dos razones de peso. Primero, para ahorrarnos (nunca mejor dicho) el calvario de otra crisis de empleo y pobreza. Y, segundo, porque una oposición real, pensada y argumentada es lo único que aseguraría, además, que cuando la derecha vuelva a enderezar trabajosamente las cuentas, no se imponga de nuevo la demagogia otra vez. Pero, como me insisten en el talón de Aquiles del talón bancario, yo lo cuento.

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