Tribuna Cofrade

Jaime Betanzos Sánchez

La Concepción de las fotografías

Estas vísperas reúnen con excelsitud tal cantidad de estímulos que sería impensable asumirlos todos de una vez. El flujo de emociones es sensorialmente superior a nuestras capacidades humanas y dejamos todo nuestro empeño en marginar, al menos, una parte del todo. Más allá de lo que podemos captar con un poco de agudeza visual, se encuentran las deliberaciones que cada uno concluye en su fuero interno. Ahí radica el sentido que le damos a la realidad y cómo esta es siempre incompleta sin una interpretación.

Estoy seguro de que el pasado fin de semana se decoloraron los cuadros de Las Viñas ante la estampa que aguardaba en la parroquia. La mayestática niñez de la primera Vecina del barrio recordaba a aquellas antiguas fotografías que cuelgan en los zaguanes de la feligresía. En mi abstracción ante tal majestuosidad, me retrotraje a las historias de una devoción y de un barrio que cuentan las cosas desde el corazón. Y fue en ese momento cuando me sentí incapaz de concretar los muchos pensamientos que me abordaban.

Uno se siente desacreditado para hablar de una devoción que trasciende los límites de su Hermandad. Da la sensación de ser todo un universo por descubrir a través de aquellos que desde hace años renuevan su compromiso por alguna razón misteriosa. Todo es una incógnita para quienes se acercan, contemplan y nunca más se marchan. Es la manifestación irremplazable de una forma de vivir la fe desde la admiración.

Las Viñas tiene la certeza de que Dios resucitó y de que nos quiere felices. Por eso cambia el desgarrador sonido de las esquilas por un tintineo de campanitas que hace mucho se convirtió en el himno del barrio. Es siempre motivo de alegría volver al lado de la Virgen y dejar correr las lágrimas por los pómulos sonrojados. El próximo Viernes Santo puede ser la primera vez de esa bonita tradición que a tantos mantiene cautivos detrás de los hilos de Carrasquilla.

Cercana como una madre y enjoyada como una reina, su imagen recoge las facetas que la llevaron a ser coronada de estrellas hace 50 años en medio de su barrio. Porque, en el fondo de todas las conjeturas, está Dios. Ese Dios misericordioso que se suspende curioso en la Cruz y que con abnegada sencillez se oculta en las sombras para reafirmar la corredención de María.

En apenas 11 días su cofradía se pondrá en la calle y los vecinos adornarán los cuadros de sus casas con las flores arrancadas de los arriates comunitarios. Haced sitio al corazón y buscadla por Magallanes, por La Venencia, por el puente… Y cuando todo esté consumado, haced un último esfuerzo, agudizad el olfato y vedla pasar por la panadería. No os extrañéis si una multitud la espera filosofando sobre la fugacidad del tiempo y comentando que huele a pan.

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