DÍAS TREPIDANTES

fernando Jáuregui

No es cuestión de portavoces

LA verdad es que los portavoces del PP -como, cuando toca, los del PSOE- no brillan precisamente con luz propia. Es difícil, claro, cuando ocurren cosas como la entrega de ordenadores desprovistos de disco duro al juez Pablo Ruz, que instruye el caso Bárcenas: ¿qué decir, qué explicaciones dar? Ninguna convincente, claro. A Carlos Floriano le toca siempre bailar con la más fea. Seguramente para eso está, pero, lo digo desde el aprecio personal, ya no convence a casi nadie ese tono de "y tú más" con el que él y otros, entre ellos la propia secretaria general del partido, tratan de disminuir culpas propias para destacar la paja en el ojo del rival político. Lo mismo podría decir de algunas intervenciones de los socialistas Óscar López y Elena Valenciano, y no digamos ya de algún vocero del socialismo andaluz cuando le toca hablar de los ERE, y vaya para ellos el mismo aprecio, porque en ningún caso pongo en cuestión su honradez y entrega personal. Es, simplemente, que lo que no puede ser, no puede ser, y hay que renovar las formas y la forma de tratar al ciudadano, a quien, por lo visto, se considera un menor de edad o un mentecato.

Mal trago, desde ese punto de vista, el que tuvo que pasar la vicepresidenta Sáenz de Santamaría el viernes en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. Salió del apuro de los ordenadores -sin-disco-duro diciendo que es que el PP funciona, en cuanto a destrucción de datos, como una empresa privada. Dios mío. Y eso que Sáenz de Santamaría es la persona mejor preparada de cuantas están a la vista para ocupar el puesto que ocupa, y suele salir airosa de todos los trances. Pero ocurre, ya digo, que aquí todo se deja para la voz autorizada y omnipotente de Mariano Rajoy. La única pega es que la voz presidencial se escucha muy pocas veces, quizá por seguir la filosofía de que en boca cerrada no entran moscas y de que, cada vez que dice una cosa, viene la realidad a puntualizarla.

Renovar a los portavoces es un modo parabólico de decir que algo debe empezar a cambiar a fondo en un país en el que nada menos que la mujer que quería liderar el PSOE sale corriendo hacia el aeropuerto a la menor oportunidad laboral que encuentra, porque, explica, no le dejan tener iniciativas dentro de su grupo parlamentario. Cosa que, por cierto, desde ese grupo, tan presto a cargar la mano sobre el partido de enfrente a la menor oportunidad, ha merecido un silencio no sé yo si respetuoso o más bien culpable.

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