TENEMOS la mala costumbre de preguntar a los cercanos "y tú, ¿a quien has votado?". Y, como dice mi mujer, el voto es secreto y no se lo dice ni a los hijos. Los ambientes familiares, las amistades y la gente con la que normalmente tratamos, pueden adivinar e intuir en qué sentido se inclina nuestro voto. A un tío con carné de los socialistas es obvio que no le vas preguntar. Como no le pregunto a mi amiga, la señorona de toda la vida, a quien Gallardón le parece un tipo peligroso de izquierdas. Pero hay muchos ciudadanos, muchos indecisos, que están en los márgenes de una inclinación u otra. Y, por ahora, en España no se dan los partidos típicamente de centro, que suelen recoger una canasta de indecisos o dudosos que, a pesar de los debates televisivos, no tienen claro si Rajoy o Zapatero, aunque en el espectro electoral haya otras muchas posibilidades. Pero las encuestas ya nos adelantan que el 91 por ciento de los votantes lo hacen a favor del PP o del PSOE. O sea, bipartidismo claro.

Y a estas alturas de la película, muchos de mis pocos lectores, aún estarán en la grieta de la duda. No voy a ser yo quien incline un solo voto hacia la derecha o hacia la izquierda. Pero si puedo hacer unas consideraciones en voz alta que ayuden a decidir. Claro, la primera consideración es la afinidad en estilos de vida y en pensamientos. Uno debe saber si, en si mismo, es de derechas o de izquierdas. O al menos tener la desfachatez auto crítica de saber que uno tiene el corazón en la izquierda y el bolsillo en la derecha. Dicho de otra manera, "me interesa" más este tipo de voto que aquel otro.

Hay otros muchos que votan en función de ser ganador. Votan con la corriente dominante y si las encuestas y su entorno se inclinan por ganador, él también se apunta a este carro. Y eso parece ya saberse, tras las últimas encuestas publicadas. Van a volver a ganar los socialistas, aunque no con tanto margen como para formar un Gobierno en solitario. Y tendrán que apoyarse en minorías que en nuestro país, llamado España, están representadas por nacionalismos de variada tendencia. Claro que no es lo mismo gobernar con CiU que con Ezquerra de Cataluña, como ahora sucede. Y eso también lo debe saber el votante, aunque es mucho saber.

También están los que votan contra el poder instituido. Cada vez hay más gente que vota "contra" alguien o a favor de quien sostiene oposición. Es una forma de ver la vida y gustan de cambios por estar en contra de los que no han sabido ejercer el poder como al votante le hubiera gustado. Son muchos, más de los que podemos imaginar. Y son gentes que, habiendo votado hace cuatro años a favor de los socialistas, ahora lo hacen en contra por aquello de que no les ha satisfecho la labor del gobernante. Todos tienen su derecho a mantener el voto en el sentido que ellos creen que les favorece.

Lo que no tengo muy claro es si hay variación, en el caso de Andalucía, entre el voto nacional o el voto autonómico. Este subterfugio que se ha buscado Chaves de votar las dos cosas a la vez parece garantizarle, según encuestas, la mayoría absoluta en la Junta. Bien por cansancio o bien por hartazgo, nuestra Junta necesita una renovación urgente, una auténtica catarsis que revolucione el poder del régimen andaluz. Pero ni yo tengo voto en Andalucía, ni me creo que los andaluces sean capaces de llegar mucho más allá de perpetuar este régimen.

Y como me estoy pensando no votar a ninguno de los dos partidos dominantes, a pocos sitios tengo donde mirar. ¿A quedarme en mi casa? ¿A votar en blanco? ¿O acordarme de Rosa Díez y de UPD como única alternativa? ¿Y para qué serviría? Pero sigue existiendo el derecho irrenunciable a hacer lo que a uno le pida el cuerpo. Me parece que hasta que no me encuentre delante de la urna, no voy a saber decidir.

adaroca@nortideas.com

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