El lanzador de cuchillos

La democracia fallida de Rusia

Sartori avisó de que el colapso del comunismo no equivalía a la victoria automática de la democracia occidental

La mayoría de los analistas rusos críticos con el régimen de Putin están de acuerdo en que Rusia perdió una oportunidad de oro para democratizarse a causa, sobre todo, de su legado histórico, de las contradicciones estructurales en el proceso de la transición y del factor personal de Boris Yeltsin y su peculiar relación con Occidente. Según la doctora en Ciencias Sociales Lilia Shevtsova, Boris Yeltsin intentó realizar cuatro revoluciones a la vez: crear un mercado libre, democratizar el poder político, reformar el imperio y encontrar un nuevo papel para un país que ya era una potencia nuclear. El plan fracasó porque, mientras en los demás países del Este se empezó la construcción de la casa democrática por los cimientos de un nuevo sistema político, en Rusia se empezó por el tejado resbaladizo de la privatización de la propiedad estatal, creándose de esa manera las condiciones para una corrupción generalizada.

Desde el año 2006 el Kremlin define el Estado ruso como democracia soberana; se trata de reconciliar lo irreconciliable, la democracia liberal y el populismo. En Rusia el poder nunca ha confiado en el pueblo; por eso, desde los zares hasta Putin, se han impuesto dictaduras planteadas como imprescindibles para una nación tan grande y de tanta diversidad cultural y étnica. Mira Milosevich-Juaristi, investigadora del Real Instituto Elcano, resume las características del populismo ruso: negación de la raíz europea, Estado híbrido (libertades epidérmicas que sólo imitan el juego democrático) y nacionalismo exacerbado. Ya a principios de los noventa, Giovanni Sartori, en su ensayo La democracia después del comunismo, advertía que el colapso del comunismo no equivalía a la victoria automática de la democracia occidental. Todo podía avanzar por el camino equivocado. Y en eso llegó Putin, el zar del KGB, para darle la razón, apoderándose de Crimea por la fuerza, alimentando la violencia en el este de Ucrania y promoviendo descaradamente su decimonónica visión étnica como política de un Estado del siglo XXI. Cierro con Timothy Garton Ash: "El Kremlin actual posee su propia visión distorsionada de la doctrina humanitaria consagrada por la ONU sobre la responsabilidad de proteger. Rusia, insiste Putin, tiene la responsabilidad de proteger a todos los rusos que están en el extranjero". Y él decide quiénes son rusos y cómo se les protege.

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