Hoy me ha llegado un mail en el que alguien intenta demostrar que la exhumación del general Franco se realizó con arreglo a un ritual masónico. Al parecer, todo obedecería a un ritual de venganza de los masones contra quien fue su enemigo encarnizado durante los peores años de la guerra civil y la posguerra. En el mail se habla de una carpa morada, de Ahiram y de Hiram, del soberano príncipe Rosacruz y del caballero Kadosh. Todo parece sacado de una pésima novela de Dan Brown, pero quien lo dice -y muy convencido- es una persona instruida que desempeñó puestos de responsabilidad en la Administración.

Y al mismo tiempo, leo que una artista de performances que dice llamarse Jil Love, y que hace poco se manifestó a favor de la independencia catalana, cree que la Coca-Cola destruye el esperma de los varones humanos y que hay una especie de sociedad secreta que controla el mundo y que esparce sustancias tóxicas con el fin de esterilizar a la población. Esta artista -o lo que sea- ha estudiado cine y ha participado en un sinfín de acciones reivindicativas. Es decir, que estamos ante alguien con una instrucción razonable y que se mueve en ambientes artísticos e intelectuales. Pero entonces, ¿cómo es posible que se crea estas patrañas que parecen más propias de un cómic para niños de ocho años?

Pues sí, estas cosas ocurren. Jil Love cree que España es una dictadura sangrienta que oprime a Cataluña como si los catalanes fueron esclavos negros en una plantación. Y quien me ha enviado el mail cree que un gobierno de un país de la Unión Europea sigue el protocolo masónico del príncipe Rosacruz y del caballero Kadosh. Por fortuna, muy pocas personas que estén trabajando en un supermercado se creerían estas supercherías, pero ahí tenemos a dos personas instruidas que se las creen a pies juntillas. Dostoievski se inspiró en el episodio de los demonios expulsados por Jesús -y que acabaron metiéndose en una piara de cerdos- para escribir Los demonios, su gran novela sobre los estragos que la ideología causa entre los intelectuales que se creen superiores a la gente corriente. Hay épocas en que los demonios de la ideología más tóxica se apoderan de los humanos y los convierten en cerdos arrastrados al abismo del odio y del enfrentamiento civil. Los años 30 fueron una de esas épocas. Parece que estamos volviendo a ella.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios