¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El desfile

Veremos el desfile de mañana a pie de calle, con el espíritu del ya desaparecido quinto español, anarquizante y un tanto golferas

A la quinta del 95

RAJOY, con esa mezcla de torpeza e ironía que le caracteriza, hizo la delicia de los periodistas cuando se le escapó aquel ya mítico titular: "Mañana tengo el coñazo del desfile... en fin, un plan apasionante". El gallego siempre fue un prócer conservador de estricta estirpe civil, poco dado a las incomodidades de la vida campamental. Sin embargo, a nosotros nos gustan estos alardes castrenses, con su ritmosa música militar (mitad zarzuela, mitad pasodoble) y el alegre caminar de las tropas. Cuando vemos alguno recordamos aquella anécdota que cuentan Gerald R. Kleinfeld y Lewis A. Tambs en su magnífico libro sobre la División Azul, cuando los guripas desfilaron con unos preservativos inflados como globos -que le habían proporcionado los alemanes para evitar mestizajes innecesarios- atados a la bocacha del fusil.

Aprendimos a desfilar en el Cuartel del Cristo, en la ciudad de La Laguna, viendo a lo lejos el mar de nubes deslizándose por unas montañas de color esmeralda. En aquella época ya no estaba de moda entre los universitarios hacer el Servicio Militar, por lo que muchos de los compañeros de formación eran gentes humildes con pocos estudios, muy jóvenes y desnortados. Fue un divertido honor caminar junto a aquella soldadesca, marcando el paso, con el chopo al hombro y atentos a la voz del capitán. Luego compartir el tabaco, ver las fotos de sus novias y hablar de los bulos del cuartel. Cualquiera sabe que un soldado, a la hora de la verdad, no combate por conceptos abstractos, sino por el compañero que come su mismo rancho. Y esa comunión empieza siempre en el orden cerrado, en la instrucción para el desfile, respirando al mismo tiempo, escuchando el redoble del tambor, sitiéndose parte de la unidad. De esta manera, todos los quintos del 95 -incluso los que ya éramos talluditos y con un título universitario en el macuto- revivíamos el viejo espíritu de los hoplitas, los ciudadanos-soldados que defendieron la Hélade. Esa fue nuestra mili. Para otros, sin embargo, supuso un trauma o una pérdida de tiempo. Que cada uno cargue con sus recuerdos.

Si la salud nos acompaña mañana iremos al desfile de las Fuerzas Armadas en Sevilla. Lo veremos a pie de calle, como el soldado raso que fuimos, con el espíritu del ya desaparecido quinto español, anarquizante y un tanto golferas, siempre presto a buscarle las vueltas al sargento, con la gorra ladeada y las botas brillantes, como aquellos guripas que coronaron sus fusiles con condones para escándalo del teutón. Luego, cuando empezó el tiroteo, se portaron como jabatos.

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