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Tierra de nadie

Alberto Núñez Seaone

Desgobierno, miseria y… ¿oposición?

Hoy hay 'hostias' para todos. Por desgracia, los que debieran comprender, controlar, ayudar y solucionar; los que cobran por escuchar, planear y arreglar, ni están ni se les espera. España, golpeada, encadenada y asfixiada, se ahoga entre la ineptitud de unos, la prepotencia de otros, la mediocridad de aquellos y la miseria del resto.

La debacle que vendrá tras la tragedia del virus -no se puede decir que será peor, porque ésta se llevó lo irrecuperable: las vidas de los que las perdieron- será desoladoramente espantosa.

Lo que estamos viendo cada día, lo que nos vemos condenados a comprobar cada jornada desde que la pesadilla comenzó; no sé a ustedes, desde luego a mí me produce escalofríos. Y no me refiero ahora a la tragedia humanitaria -que provoca dolor inmenso, desesperanza y rabia, no precisamente escalofríos-, sino a los despropósitos políticos de hoy, señal de la hecatombe social que se avecina.

Un túnel negro, inhóspito y muy largo, que llegará después de este otro túnel en el que ahora nos encontramos, del que parece empezamos a ver la luz de su final.

La incalificable política –no encuentro adjetivos calificativos suficientes para alcanzar a dar una idea aproximada de sus desastrosas dimensiones- que nos vemos obligados a padecer, es el factor –además de lo inevitable- que condiciona de manera crucial lo que nos ha pasado y lo que nos va a suceder. El primer y gran responsable: el Gobierno de España; pero no el único.

Hay una oposición, por cuyo liderato se tiraban los trastos a la cabeza –no hace demasiado tiempo- el Partido Popular y VOX. La aritmética parlamentaria otorga, sin duda, este puesto al PP; otra cosa es que, la que se supone su 'primera espada' tenga la capacidad exigible y necesaria para ejercer semejante jefatura -mucho más importante en realidad de lo que se piensa-, capacidad que, como está resultando obvio, no tiene. Casado es algo más que mediocre, pero mucho menos que un hombre de Estado.

Ciudadanos se diluye como ceniza en el agua. Después del gravísimo error de Albert Rivera al no apoyar en su momento al PSOE, sabiendo que la desfachatez y la absoluta falta de escrúpulos de Pedro Sánchez le llevarían a pactar con el mismo diablo si eso le aseguraba La Moncloa, ha llevado a los 'naranjas' al borde de significar un poco menos que nada. Una verdadera pena…

VOX tiene razón en muchas de las cosas que reivindica y exige –en otras, no-, pero, a veces, le pierden las formas. No se puede entrar, hoy sí y mañana también, como un elefante a una cacharrería; por mucha razón que se tenga y por muy mugrosa y podrida que esté la cacharrería.

Hace falta paciencia, planificación e inteligencia; echar las patas por alto cada dos por tres, lo único que consigue es que el grueso de la opinión pública -el que da el poder en las urnas- cada vez le preste menos atención.

El tiempo lleva a cada cerdo hasta su San Martín, sólo hay que saber aguardar, enseñarle al cerdo el camino y jalearle para que lo recorra al galope mejor que al trote. Aunque no sea ni fácil ni a lo que incita el 'ego' de algunos protagonistas ni lo que recomiendan ciertos ‘asesores’, más hambrientos de poder que de conservar el sentido común.

Uno de sus inaplazables retos es desmontar a la extrema izquierda aquello de que ellos son 'extrema derecha', no por lo que los radicales comunistas bolivarianos digan –eso no le importa a casi nadie-, si no por lo que la ciudadanía, en general, piense.

De los socios del Gobierno, los que le apoyaron en la moción de censura y le permiten seguir donde está, poco podemos esperar. Todos sabemos cuáles son sus verdaderos objetivos, cuanta su deslealtad, y las ingentes cantidades de perfidia que esconden sus aviesas manipulaciones.

La conclusión a la que, de modo irremediable, nos llevan las premisas expuestas, no puede ser más desastrosa para lograr el bienestar, el progreso y la esperanza en un futuro mejor, que los ciudadanos, en su conjunto y mayoría, anhelan, aguardan y persiguen.

No se equivoquen: no esperen varitas mágicas ni soluciones prodigiosas ni tampoco milagros; la suerte la tenemos echada; eso sí… sentados a una mesa con tramposos y trileros, jugando con cartas marcadas –por ellos-, y con el primo de estos designado como crupier. Así que… ¡Hagan juego, señores! ¡Nos la van a liar parda!

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