Un desierto a punto de ser superado

NO hay mal que cien años dure y, muchísimo menos, cuerpo que lo resista. Todo pasa y todo llega, que decía don Antonio Machado. La sequía futbolera ya muestra brotes verdes y será el Betis quien abra el melón así que sea viernes 4 de enero ya bien entrada la noche. Se nos han hecho larguísimos estos días de ayuno pelotero, tanto que hasta parece que el latrocinio de Undiano en Heliópolis y el petardazo del Sevilla en Anoeta ocurrió ya ni se recuerda cuándo.

Este tiempo ha discurrido con cuestiones parafutbolísticas que han servido para calmar el gusanillo, nunca para matarlo. Asuntos como el desamor entre Iker y Mourinho y en el que la clientela se ha posicionado claramente de lado del portero, la recaída de ese gran hallazgo que ha sido Tito Vilanova o que, por fin, Augusto César Lendoiro habrá de clarificar las cuentas del que fuese Superdépor han sido temas estrellas que han servido para superar el duro cáliz del parón futbolístico.

Pero son ésas cuestiones para andar por casa si las comparamos con los sucesos que rodearon el infumable bolo del Euskadi-Bolivia. El más cerril de los nacionalismos, que son cerriles todos de forma habitual, se dio cita en Anoeta para convertirse en noticia negra del parón. Y bien harían los propietarios de los derechos de los futbolistas, léase los clubes, en cerrarse en banda a la hora de prestar futbolistas que tanto lucharon por conseguir vacaciones en pleno corazón de la temporada.

Si las vacaciones son sagradas ¿a qué jugar bolos en los que puedan surgir lesiones? Nunca comprendí estos partidos que sólo sirven para lucimiento de políticos aldeanos que los esgrimen como logros. Total, que el desierto ya estamos a punto de superarlo, que aguardamos con impaciencia que el balón vuelva a rodar en serio y que los exabruptos de la grada sean por un penalti que no fue o por un gol que sí que lo fue y no para reivindicaciones de las que se sale viajando; o leyendo, que es más barato.