TODO estaba preparado para el día después. Pero los electores lo hicieron el día antes. El Partido Popular quiso jugar al ratón y al gato con el pueblo andaluz y fue cazado. En la Iglesia se dice que los designios del Señor son inescrutables. En el caso que nos ocupa –las elecciones andaluzas– los designios del Soberano también fueron inescrutables. No hubo una sola encuesta que acertase, como ya es sabido. Naturalmente el Soberano es el pueblo. Lo digo en el sentido grandioso que lo anunciaba el educador Domingo Faustino Sarmiento, el argentino que recibió el título de Maestro de América, cuando popularizó su consigna de “Educar al Soberano”, para enunciar en una contundente frase una prioridad política: educar al pueblo.
Todo estaba preparado para el día después. El día que se conocerían los presupuestos –los más rácanos de la democracia–, el día que se anunciaba la amnistía fiscal –que era el mismo día en que se penalizaba al cumplidor con subidas impositivas y se beneficiaba al incumplidor-. El día –ayer– en que Rodríguez Zapatero, ¡parece que ha pasado una eternidad! seguía siendo, en boca del Gobierno, el culpable de todo. Y había sido Rajoy el que enfatizó en los siguientes términos, por activa y por pasiva, textualmente en campaña: “En cuanto haya un Gobierno del que la gente diga: me puedo fiar, comenzará la inversión y la recuperación”.
La política es normalmente bastante dura. Es pétrea en tiempos de vacas flacas. Pero es granítica para los que han hecho anuncios y promesas falsas. En eso estamos. Se prometieron muchas cosas que no casaban entre sí y otras estaban en el programa oculto que ahora se desvela. Bajar los impuestos y recaudar más. Invertir menos y crear mucho empleo. Proteger el medioambiente y al mismo tiempo cambiar la ley de Costas y no apoyar las renovables. Ser el partido de la mujer y quitarle derechos y volver a las épocas de la tutela, como si fueran seres de segundo orden de ciudadanía. Prometer energía barata y subir el precio de la luz. Afirmar solemnemente el apoyo a los funcionarios y congelar todas las plantillas y ser carne de regulaciones de empleo. Negar en campaña electoral el abaratamiento del despido y ponerlo a precio de saldo.
¿Exagero? ¿Escribo a impulsos de mi ideología, sin respeto a la verdad? No. Todo está en los libros. En los del Boletín Oficial del Estado y en los Boletines de las Cortes Generales.
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