EL citado Agustín de Rojas Villandrando (citado por mí todos los meses, pues pocos lo recordarán) escribe en su Calendario Astrológico, incluido en El Buen Repúblico, que diciembre es buen mes para casarse y viajar por tierra hacia Levante, pero no navegar. Teniendo en cuenta que el escritor vivía en Zamora, aunque nacido en Madrid, no sabemos la utilidad de andar hacia el Este en un tiempo frío, de días cortos y caminos helados e intransitables, amen de lluvias y nevadas, como no fuera buscando el Camino de Santiago de vuelta, mucho más protegido y practicable que los demás de la España de principios del siglo XVI. No sabemos si tenía intereses al Levante, pero todo hace sospechar que no. No parece que se moviera de Zamora, donde tuvo cargos, y donde su mujer, no él, tenía ciertas discretas posesiones que le permitían vivir como hidalgo con posibles. Además, en aquel tiempo casi nadie se ponía en camino.

Se supone que no debió salir mucho de su casa y tierras por la importancia que le da a las comidas y las labores del campo. Recomienda labrar y sembrar y cualquier trabajo relacionado con la tierra, sin especificar cuáles puedan ser. "Comed peras y manzanas asadas a las noches, porque son muy saludables. Comed cabritos capones y toda suerte de volatería, excepto las que se crían en el agua". Añade que las comidas se tomen calientes y los guisos y potajes bien aderezados de especias. No sabemos si habría alguna veda para la volatería de agua, aunque no parece diciembre tiempo propio. En los libros antiguos se encuentran a veces afirmaciones misteriosas que, en este caso, responderían más a la mala calidad de las aves de agua de la zona, o a que al escritor no le gustaban, y no a que fueran perjudiciales para la salud. Quizá para la suya sí. En todas las épocas hubo mitos alimenticios.

También desconcierta la prohibición de comer vaca y cerdo, precisamente cuando las matanzas de este segundo se hacían por estos días de frío, con la idea de que diera tiempo a elaborar todos los embutidos y a salar carnes y tocinos con la protección de las bajas temperaturas. Los derivados del cerdo eran, y son, comidas de invierno y su grasa una manera de combatir el frío. Tampoco quiere que comamos berzas (verduras), una recomendación hoy desacreditada. Muy sensato está, sin embargo, cuando dice que no salgamos de casa de noche y que llevemos siempre la cabeza bien cubierta. El primer consejo lo sigo al pie de la letra hace años, salvo días excepcionales, y el segundo nunca lo puse en práctica, pero lo voy a adoptar, lo que no he decidido aún es la prenda para cubrirme. Lo mejor de diciembre es que ha acabado con el absurdo noviembre, ya sólo quedan 20 días menguantes y se acerca la esperanza de los días más largos y templados.

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