Manuel Moure

De la dieta-milagro a la Eurocopa

LA PALABRA milagro -la cual quiero alejar hoy de cualquier contexto religioso- ha entrado en nuestras vidas con demasiada facilidad. Si Alonso gana el próximo Gran Premio a buen seguro que la palabra aparecerá en más de un titular. Lo mismo sucedería si España se alzase con la Eurocopa frente a los alemanes tras prórroga y tres tandas de penaltis a pesar de que en fútbol los alemanes siempre ganan, haga lo que haga el rival. Pese a lo escrito, donde la palabra milagro se hace consorte de otro sustantivo y adquiere un cariz preocupante es en dieta-milagro. Aunque en un caso hablemos de bólidos, en otro de balones y en el último de comida, todos ellos tienen un denominador común además de la utilización de la palabra milagro: se ignora el esfuerzo.

Si se habla de milagro en el referido e hipotético caso de Fernando Alonso, no se tendrían en cuenta las larguísimas horas de trabajo de los técnicos restándole horas al sueño para, al fin, conseguir un fórmula uno competitivo. En caso de que la selección ganara la Eurocopa, hablar de milagro supondría permitir que se nos escapara entre los dedos la épica, el esfuerzo de la plantilla y la 'sabiduría' del cuerpo técnico.

Para adelgazar es necesario esforzarse. No vale con tomar tal o cual pastilla y dejar que actúe. Eso sólo sucede cuando lo que se ingiere con la pastilla son larvas de parásitos intestinales capaces de llevarnos al otro barrio. Es por ello que hablar de dieta-milagro es un sinsentido. Demasiado sillón, sobredosis de tele o abuso del ascensor son algunos de los síntomas de una enfermedad llamada vida moderna. Hágase a la idea: para estar sano debe moverse. Y cuanto más mejor.

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