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La esquina

josé / aguilar

El dinero de los partidos

EL informe que los técnicos de la Agencia Tributaria han elaborado, a petición del juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz, sobre los ingresos y el patrimonio de Luis Bárcenas, ex tesorero del Partido Popular, es amplio, documentado y demoledor. Tiene 258 páginas y se basa en los datos remitidos, esta vez sí, por las autoridades de Suiza, donde el hombre fue concentrando un capitalito (aunque no sólo allí).

En cuanto a lo de demoledor, no cabe ninguna duda. Derriba todo el entramado financiero de quien entró en la cúpula del Partido Popular como un simple administrativo y poco a poco, degenerando, degenerando, llegó a contable de la organización y más tarde a responsable de Finanzas, uno de los cargos más poderosos y apetecibles en un partido que gobierna. También quedan demolidas sus protestas de inocencia, al menos en el terreno fiscal.

El informe se refiere a las declaraciones de renta y patrimonio de Bárcenas entre los años 2000 y 2011. En todos los ejercicios analizados, en todos, defraudó al Fisco, y en casi todos la cuota que estaba obligado a ingresar y no ingresó superó los 120.000 euros que marcan la frontera del delito contra la Hacienda Pública. Más aún, casi todas sus declaraciones del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas le salieron negativas: no tuvo que pagar a Hacienda, sino que Hacienda le tuvo que devolver dinero. En total, él y su esposa defraudaron 8,39 millones de euros por el IRPF y 3,1 millones en el impuesto sobre el Patrimonio. El matrimonio de tal patrimonio llegó a tener 48 millones en distintas cuentas de bancos suizos. Lo que quiere decir: a buen recaudo.

¡Qué manera de robar a los españoles! ¡Qué habilidad para sanear las finanzas de uno de los grandes partidos españoles y hacer florecer las finanzas propias! Y al mismo tiempo -a la misma vez, que diría el otro-, que es lo políticamente significativo. Este es el meollo de la cuestión: cuando un partido se financia irregularmente, es decir, sin hacer ascos a las comisiones a cambio de contratas, las donaciones de empresas que hasta ahora no van a prohibirse, la mordida a los adjudicatarios de obras públicas y demás modalidades del chantaje bilateral, siempre, pero siempre, siempre, aparece en sus filas algún fontanero que se enriquece. La tentación es demasiado fuerte y la carne demasiado débil.

Suele ser ya tarde cuando el partido en cuestión pretende desprenderse del ladrón.

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