¿Qué diré de ti, triste esférico?

Sufro -mediante hijo interpuesto- con las dudas y las incertidumbres de la defensa de España

Ni el patriotismo ni el poético dolor de España deberían limitarse a los márgenes de un campo de fútbol, de modo que cualquier sentimiento más hondo resulte fuera de juego o penalizado con un córner, como pasa. El dolor de España es parte constitutiva de nuestra historia desde la reconquista, hecha a base de sangre, sudor, hierro y nostalgias líricas. El marqués de Santillana escribió un soneto tempranero que empieza "¿Hoy qué diré de ti, triste hemisferio,/ oh patria mía", en el que nada menos que Íñigo López de Mendoza lamenta, por cierto, la muerte de la nobleza ya en el siglo XV. De lo que se deduce, por lo que vendría después, que ni a España ni a la nobleza hay que darlas prematuramente por muertas.

Pero me embalo por mi banda y yo venía a hablar (tiqui-taca) de la selección. El patriotismo es más, pero el fútbol se ha convertido, por la atención generalizada, en la metáfora universal. Sirve de término de comparación para todo y también el sentimiento nacional se ha hecho fuerte ahí. Lo veo con mi hijo, que sigue angustiosamente los pasos de la selección, y en mí mismo que sufro -mediante hijo interpuesto- con las dudas y las incertidumbres de esa defensa con más agujeros que los principios constitucionales de Pedro Sánchez.

He descubierto por qué en tantas publicidades aparece un padre con un hijo yendo al fútbol, ya sea de la mano, ya sobre los hombros, con la misma camiseta y un sentimiento compartido. Las aficiones son reflejas y aumentan una por otra como la luz en los espejos. Es una metáfora bastante apropiada del patriotismo.

Quiero que España haga un buen papel en el Mundial, sobre todo, por la ilusión de mi hijo, por su interés, por su autoestima colectiva (si puede usarse el oxímoron, que diría que sí). Solo, yo pasaría mucho del Mundial y no vería los partidos hasta las semifinales quizá. Ahora estoy en ascuas. Con España como país me pasa lo mismo, aunque aumentado. Nuestra generación, más o menos, tiene su futuro (breve) asegurado. Me preocupa la suerte de mis hijos, que depende de cómo supere nuestro país sus múltiples retos en octavos, cuartos, semifinales y final, digamos. Me angustia por ellos que el país quede eliminado a las primeras de cambio.

Igual que la afición por el fútbol aumenta cuando se transmite a los hijos y se comparte con ellos, el amor a la patria. Que es mucho más, de acuerdo, pero que hoy, ¿qué diré de ti?, aúpa España.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios