El dopaje de los políticos

Cuando un deportista viola las normas recibe su castigo. La decepción social es devastadora

Si nos basamos en los admirados valores deportivos como ejemplo del juego limpio, y modelo de forma de vida, podríamos deducir que estamos descubriendo el juego sucio de algunos políticos. Grandes deportistas con premios mundiales, y otros menores pero igual de meritorios, han perdido sus distinguidas medallas tras descubrirse la trama de los dopajes. Cuando algún deportista viola las normas recibe su proporcionado castigo. La decepción social es devastadora. Imagínese que Rafa Nadal hubiera fundamentado su carrera en falsedades. Que se dopara, que incluso tuviera dinero en paraísos fiscales, que… póngale el defecto que se le ocurra porque a mí me cuesta imaginarlo fuera de la perfección. Uno de nuestros ministros, menos discutidos tras su nombramiento, y que aún hemos de ver el resultado de su trabajo actual, es Pedro Duque. Un español que llegó al espacio tras muchos años de estudio, esfuerzo y sacrificio. Imagínese que el héroe se nos desmorona. Toda aquella persona que nos represente como sociedad, como país, que vulnere las tres principales premisas sagradas arruina el proyecto de España y, en consecuencia, la de los ciudadanos. En EEUU hay tres pecados capitales: insultar a su bandera, copiar en los estudios (castigado con la expulsión) y mentir. En España parece que no tenemos terna de pecados. Se quema la bandera y no pasa nada. Miente un político, tampoco. Roban, malversan, prevarican… y pocos cumplen su castigo. Copian en un examen, mienten sobre su currículum... Ya se están empezando a suceder dimisiones, pero más por mentir que por el hecho que nos llevaría a exigir una reforma educativa. No porque veamos que los estudiantes españoles están en los últimos puestos por su nivel académico, sino por lo decía María de Maeztu, primera pedagoga española: "Dicen que la letra con sangre entran, pero no con la del alumno sino con la del profesor". Es absolutamente intolerable que la tesis del presidente del Gobierno esté bajo sospecha de haber sido plagiada, etc. y que, según los eruditos, sea de nulo valor académico. ¿Quién la aprobó con cum laude? Ellos también deben pagar. Nuestro voto en cada convocatoria a las urnas era la única aprobación, o no, de los candidatos. Ahora, están sujetos a votación cada minuto, porque es el pueblo quien habla en las redes constantemente. Vivimos en unas elecciones constantes. Aquellos que nos representan deben sorprendernos por su magistral categoría. La palabra dada tiene un valor, la mentira un precio.

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