la esquina

José Aguilar

Una dosis excesiva

SE veía venir que los recortes necesarios para sanear las cuentas públicas no sólo iban a suponer un enorme, y desequilibrado, sacrificio social, sino que podían traer, si se pasaban de rosca, efectos contraproducentes para el objetivo perseguido. Las cuentas públicas continúan sin cuadrar y la reducción del déficit parece cada vez más lejana.

Si se aprieta el cinturón más de la cuenta se corre el peligro de asfixiar al enfermo al que se pretende salvar. Los datos del desempleo en agosto es cierto que registran el menor aumento desde 2006 en dicho mes, pero vienen acompañados de daños colaterales de alto voltaje que eran perfectamente previsibles. Más parados quiere decir menos consumo y menos actividad económica y, a la vez, más gasto en subsidios de desempleo.

Al acabar julio ya se había producido una desviación superior a los 2.000 millones de euros en la cantidad presupuestada por el Gobierno para cubrir las prestaciones a los parados. Y 2.000 millones es casi la misma cantidad de lo que el Estado prevé ingresar todo el año por la subida del Impuesto sobre el Valor Añadido que tantos dolores de cabeza está causando a las familias españolas. De modo que el aumento del IVA lo devora por sí solo el alza del desempleo, con lo cual el balance ingresos-gastos no ayuda para nada al buscado control del déficit, exigido por los socios europeos y que tiene rango de ley, incluso con cobertura constitucional.

Las consecuencias del paro van más allá del puro desajuste presupuestario. Tenemos el menor número de afiliados a la Seguridad Social de los últimos ocho años -por debajo de los diecisiete millones-, lo que ha obligado a acudir a los fondos sobrantes de la gestión de las mutuas de accidentes para poder pagar la extra de julio a los pensionistas. Pero no es un problema sólo de tesorería. Ya se admite que tal vez haya necesidad de echar mano, por vez primera, del fondo de reserva de la SS para afrontar las pagas de Navidad y la desviación del IPC. Con más de ocho millones de pensionistas pendientes de solamente diecisiete millones de activos cotizantes, ¿puede subsistir el sistema de pensiones tal y como lo conocemos hasta ahora, es decir, insuficiente pero socialmente imprescindible y justo?

Tener que tocar -perdón por el eufemismo- las pensiones sería cruzar la más roja de las líneas rojas que han ido cayendo en los últimos años de demolición del bienestar. Un gran fracaso colectivo. Es el camino que estamos recorriendo, y alcanzará su final inexorable si el ajuste de caballo no logra reactivar la economía ni tampoco sanear las finanzas. La pescadilla se habrá mordido por entero la cola y el país se ahogará en un bucle de desastres encadenados.

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