A una semana de los Comicios, ningún sondeo nos dice con qué gobierno nos vamos a encontrar tras el 28-A. Los augurios demoscópicos tropiezan una y otra vez con una realidad muy distinta tras la votación de turno, no sólo en España, en todo el mundo democrático: la pugna- dicen algunos-, ente globalización e identidad nacional y cultural. Lo peculiar de esta campaña, es la patada en el tablero que ha supuesto la irrupción del partido de Abascal; no porque VOX sea un partido nuevo, nació el mismo día que Podemos. Ni siquiera por el discurso firme en contra del golpe de estado que aún transita Cataluña; lo relevante de este momento político radica en que ellos han puesto en cuestión- sin complejos-, los dogmas sagrados de la izquierda, defendidos con entusiasmo por su ala más radical, abanderados con orgullo por el socialismo y soportados por una derecha que buscó con denuedo que le perdonaran la vida. Abascal lidera la reacción al supremacismo cultural progre; encuentra una ingente montaña de ciudadanos no conformes y cansados de que se les diga que aquello en lo que creen, hoy no tiene ningun valor, que es cosa del pasado, de un país en blanco y negro. Ya no cuela. Los de 50 no conocieron más que democracia. Tengo la impresión de que muchos votarán a Abascal al margen de su discutible programa político, porque encarna la reacción a la estrechez mental de la corrección política. Así de simple. Que los grandes medios los tilden de extrema derecha, asusta, pero como a éstos se les mira con desconfianza y padecen el mismo desprestigio de otras instituciones, no parece restarle apoyos. Las encuestas no están sabiendo recoger este fenómeno y no sé dónde nos llevará esta polarización ni sus consecuencias. Lo que sé es que urge presentar batalla a este progresismo ramplón y si es posible, ganarles en las urnas.

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