La enseña de Averroes

Ya en su época, el pensador andalusí fue acusado de impiedad por el rigorismo almohade

En su excelente libro de memorias, titulado con los nombres que eligió cuando empezó a vivir en la clandestinidad, Joseph, por Conrad, y Anton, por Chéjov, cuenta Salman Rushdie que el apellido familiar fue escogido por su padre, Anis, como forma de homenaje al filósofo andalusí Ibn Rushd, nuestro Averroes, un pensador situado, nos dice, en "la vanguardia del argumento racionalista contra el literalismo islámico". Licenciado en Cambridge, donde estudió Derecho, el padre de Rushdie despilfarró la fortuna que había heredado por su afición a la bebida, pero en el piadoso retrato del hijo era también un erudito aficionado que sin ser creyente sentía fascinación por el origen histórico del islam y decía trabajar -aunque a su muerte no dejara ni un folio- en una reordenación del Corán que remediaría sus discontinuidades. No extraña que Rushdie lo recuerde ni que sintiera reforzada su admiración por el cordobés a la luz, o mejor dicho las tinieblas, de todo lo que ha tenido que padecer tras la publicación de Los versos satánicos. Al gran exegeta de Aristóteles, llamado el Comentador con mayúscula, le debemos en efecto la más clara y temprana formulación del racionalismo en la Europa medieval, no exactamente la conocida como teoría de la doble verdad, planteada por su continuador Sigerio de Brabante, sino un audaz intento de conciliar la revelación y el sistema aristotélico, es decir de deslindar la fe y la filosofía, sin negar la sagrada doctrina del Libro. Es cierto que el juicio de Rushdie está muy condicionado por la recepción del averroísmo en el Occidente cristiano, ejemplarmente rastreada por Renan, y que como precisan los estudiosos la figura de Averroes, teólogo, juez e intérprete de la ley islámica, no puede aislarse de su contexto, pero también lo es que ya en su época, el siglo XII después de la Era, el pensador hispano-árabe fue acusado de impiedad por el rigorismo almohade. Y lo sería asimismo por la ortodoxia escolástica en una tradición de repudio que llega hasta el humanista Luis Vives, para quien la lectura de su obra implicaba caer "en la noche desolada y ciega del ateísmo". La "enseña" de Averroes, escribe Rushdie, representaría el legado de un hombre "que abogó por el razonamiento, el intelecto, el análisis y el progreso, por la filosofía y el conocimiento libres de los grilletes de la teología, por la razón humana y contra la fe ciega, la sumisión, la aceptación y el estancamiento". Quizá sean, por lo dicho, palabras excesivas, pero bien valen como divisa frente a los siniestros predicadores del fundamentalismo islamista y su maldita legión de sicarios desquiciados.

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