El cuentahílos

Carmen Oteo /

De entrepuertas

RAJOY dice con extrema sinceridad que la realidad le ha impedido cumplir su programa electoral. Vaya cosa. Sería que el programa estaba diseñado para la ciencia ficción, para una patria imaginaria y próspera. Zapatero negó la crisis, Rajoy niega el rescate y, así, sin prisas, va navegando a la deriva España, a la espera de que alguien, desde fuera, nos mande y si es posible nos salve. Entretanto nos vamos endeudando más y más y más.

Rajoy tendría que ser resolutivo, para bien o para mal, puesto que se le ha confiado el gobierno para que tome decisiones. Debería enfrentarse a su propio partido y quitar toda la gente, instituciones y gastos que sobran, pues sobran muchísimos. Debería ponerse frente al espejo hasta que le desaparezca la cara de miedo que tiene y ensayar un gesto de confianza para hablarnos a los españoles con seriedad y sinceridad. Demostrarnos que los sacrificios, para ser comprendidos, empiezan por uno mismo y exigirse a la clase política el doble que a cualquier ciudadano. Imponer los sacrificios de arriba a abajo y no a la inversa. Dar la cara continuamente, que se vea que manda, que sabe, que espera, que confía y que resuelve. No sé si todo esto serviría para algo, pero al menos nos sentiríamos gobernados.

En las casas antiguas había unas sillas llamadas de entrepuertas. Eran sillas muy livianas para dejar caer una prenda en el dormitorio o un libro en la salita chica. No eran sillas para sentarse salvo un cuerpo grácil y casi ingrávido. Estaban profusamente decoradas con incrustaciones de nácar y palillerías. Se colocaban siempre en lugares estratégicos para que nadie se posara.

Así son nuestros políticos actuales, de entrepuertas. No ganan las elecciones para mandar y gobernar, sino para decorar un sistema aparentemente democrático. Sobre sus asientos de rejilla no puede descansar el país. Son puramente decorativos. Un capricho que nos sale bien caro.

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