ENFRASCADOs como estamos en asuntos de estado se no van las mejores en las distancias cortas. Por mucho que el día del padre siga vivo, en esta zona los compadres vencen por goleada. Por aquello de que no corren buenos tiempos para la memoria histórica, ni para las carreras oficiales ni para los amigos de la tauromaquia, resulta que hemos vuelto a las andadas.

Los encierros ya no tienen cabida ante las medidas pandémicas, y lo que es más curioso, no se celebran por San Fermín sino que se trasladan de fecha y de comunidad autónoma y ahora priman los encierros voluntarios en las sedes municipales para la consecución de peticiones.

Los quinarios han dejado de poder celebrarse como antaño y tenemos muy cerca el mejor ejemplo de quienes siguen pasando el quinario cada día por culpa de antiguos errores de conducción con una copa de más. Los besamanos y las imágenes se han tenido que reinventar para defender la Cuaresma, por lo que las reuniones como las de la Sagrada Cena están más descafeinadas que nunca, pero porque ahora los admirables Judas de la política que se venden por unas monedas andan buscado nuevos socios de gobierno, sentados en las mismas mesas, sin cumplir el aforo y arrinconando a los de otros colores de estandarte.

Y para colmo, lo del albero del recinto ferial este año parece también perder protagonismo porque el cacao del polvo de la Feria se ha trasladado al adoquinado del centro gracias a las cuitas de alcaidesas y de consejeros de turno que en vez de riego por aspersión para aplacar lo que levanta las ventoleras, usan aire a presión para levantar la basura de debajo de las cloacas.

Un mundo vuelto del revés, para deleite de propios y extraños, donde lo más curioso es que los protagonistas de estas historias son los encargados de velar por el bienestar público de manera razonable, no al contrario. De película tragicómica.

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