Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

Esvástica, que no estrella

LA pasean, con hueco y manipulado orgullo, los golpistas catalanes. La lucen, como si fuera motivo de jactancia, a modo de estandarte de una libertad prostituida en el más tétrico burdel de carretera; no siendo sino puro engreimiento, alarde escatológico de opresión ladina y perversa, símbolo repugnante de tergiversación, falsedad histórica, amenaza cotidiana y cobarde agresión permanente. ‘La estrellada’, ese trapo, mezquino, sucio y vulgar, que aglutina a los fascistas ocupados en arrastrar su culo por la jungla, degenerada y salvaje, en la que, otra vez los golpistas, han convertido Cataluña; no provoca otro sentimiento que no sea la repugnancia, cada vez con más causa.

El desmadre, demencial e intolerable en cualquier Estado de Derecho que en verdad lo fuese, de la caterva independentista no conoce límites. Las líneas rojas las han pintado de naranja desde el golpe de Estado del 10 de Octubre de 2017, se las pasan por sus impúdicas y, seguramente, malolientes partes y luego nos las escupen a la cara al resto de los españoles, sin cortarse un pelo y sin que nadie, de los que tendría que hacerlo, haga nada de lo que debería hacer.

Primero los unos –Rajoy y Soraya y la madre que los parió–, con un ‘155’ de ‘los mundos de Yupi’, ahora los otros –Sánchez y Marlaska y la innombrable y, también la madre que los parió–, ni ‘155’ ni ‘55’ ni ‘5’… ¡ná de ná!; no hacen si no alentar la desobediencia, apoyar el desacato y fomentar el impresentable cachondeo que ‘los estrellados’ se traen con la Ley y la Justicia, con la Constitución y con España.

El nazismo, puro y duro, está cada vez más presente en la Cataluña golpista. La falta de libertad para los no independentistas es un hecho, increíble, pero incuestionable; la imposición, del catalán como lengua única es una realidad, impensable y acojonante, pero irrefutable; los insultos y vejaciones al Jefe del Estado, al Himno Nacional y a la Bandera de España, continuados, cada vez más graves y sin castigo… inverosímil, pero evidente e incontestable. Y ahora… un paso más.

“El paso más…”, no es cualquier paso, viniendo de los ‘catanazis’ todo se podía, y se puede, esperar. Resulta que al desgobierno catalán no tuvo otra ocurrencia más que espiar a los escolares en los recreos colegiales para “hacer un seguimiento de lo mucho, o poco, que hablaban en catalán…”.

No sé qué les parece a ustedes, sé lo que a mí me parece: una aberración abominable, un despropósito aborrecible, una perversión monstruosa y, resumiendo: una muestra más, si es que falta hacía, del grado de locura sectaria al que los degenerados que ordenaron semejante imperdonable tropelía han llegado.

El régimen nazi, con el que Hitler se adueñó de la Alemania de mediados del siglo XX, dio sus primeros pasos de modo muy semejante al que ahora imponen los descerebrados fascistas catalanes. Entonces, allá por 1920, la precaria situación del país, arrastrada desde el fin del Primera Guerra Mundial, ayudó a creer en los cantos de sirena que, todos a una, entonaban los dirigentes del ‘Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán’, así se llamaban... Hoy, fanáticos empedernidos, ignorantes compulsivos, resentidos patológicos, rencorosos y ‘odiadores’ profesionales, también todos a una, juntan sus garras para saltar, a modo de siniestra sardana, en un aquelarre de radicales imbéciles irredentos que pone en serio peligro la estabilidad, el progreso y el futuro de todos. Es sencillo: ¡¡no podemos permitírselo!! De ninguna de las maneras, bajo ningún concepto, ni al amparo de cualquier posible excusa electoral o política, podemos permitir que sigan por donde van.

Pensar que si la sangre llegase al río estaríamos, entonces, a tiempo de detenerla, es un error tan pueril como descabellado y estúpido. La sangre, cuando se derrama para tomar el camino del río, no hay humano capaz de pararla. No es cuestión, ahora, de opiniones o conjeturas, sólo hemos de echar una visual a la Historia, ella nos habla, nos dice…, al igual que lo corrobora el sinfín de hechos terribles acontecidos desde que el hombre es hombre.

Miren, no hay peor ciego que el que no quiere ver, peor cobarde que quien se sabe como tal e intenta aparentar valentía, ni peor cretino que quien no se da cuenta que estas dos verdades lo son como puños.

La estrella que aparece en la bandera golpista es un mero espejismo, detrás de sus cinco puntas se esconden los cuatro extremos de la cruz gamada: la esvástica que los nazis usurparon a milenarias creencias hinduistas, para simbolizar su apocalipsis de odio, desesperación, horror y muerte. Tomen nota.

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