DICEN que esta vez sí, que esta vez va en serio, que en cuanto acabe la Semana Santa habrá fallo del Constitucional sobre el Estatut.

También lo decían en junio de 2008, que habría fallo seguro seguro antes de final de año. Y en diciembre de 2009 la cosa estaba tan a punto que hubo dirigentes políticos que pidieron a sus colaboradores que no se fueran muy lejos en Navidad, que se esperaban días complicados. El pasado enero la sentencia era inminente, ya de ya, y se vino todo abajo cuando un magistrado perteneciente al ala progresista, Manuel Aragón, advirtió que él no firmaba la sentencia preparada por la ponente Elisa Pérez Vera, que iba contra sus principios. La presidenta del TC se movió -tenía que haberlo hecho antes- para que se introdujeran cambios de manera que se alcanzaran los apoyos suficientes, que la sentencia fuera revalidada por la mayoría de los miembros del Alto Tribunal. Parece ser que lo han conseguido, y o mucho se equivocan quienes filtran lo que ocurre en el TC o tendremos sentencia en pocos días.

ERC, sacando como siempre los pies del plato ya ha advertido que no piensa acatarla. A ver si se enteran los socialistas de cómo se las gastan sus socios de gobierno, que han hecho de Esquerra un partido ensoberbecido, díscolo, ácrata y al que le importa un bledo España, los españoles y las instituciones. Ellos van a lo suyo. Y portavoces de Iniciativa per Catalunya han declarado que no se puede hacer pública una sentencia en este momento porque incidiría directamente en la campaña electoral catalana.

No deben estar muy seguros unos y otros del sentido de esa sentencia cuando la descalifican de antemano. Especulaciones se han hecho para todos los gustos, y en todas ellas hay motivos para que todas las formaciones y partidos se sientan incómodos por la decisión de los miembros del TC. En unos casos por exceso y en otros por defecto, pero no hay partido al que no le tiemblen las carnes de pensar en cómo reaccionar ante un fallo que va poner en pie de guerra a los partidos catalanes, a todos sin excepción.

La falta de responsabilidad de los miembros del TC no tiene nombre. Hace cuatro años que se aprobó el Estatut y tres años y medio que se presentaron los distintos recursos de constitucionalidad. Tiempo han tenido de sobra para sentenciar sobre un texto al que no se necesita dar tantas vueltas si se analiza bajo una perspectiva exclusivamente profesional, no política.

Si finalmente conocemos la sentencia ahora, como se apunta, una vez más el TC se colocará en el centro de la batalla política y social. Que es el lugar menos adecuado para una institución de esa categoría.

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