La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

La feria postiza de Sevilla

Juan Espadas ha sufrido un avenate: la Feria no se puede celebrar en plena pandemia, y la pseudoferia, tampoco

Se puso ridículamente jactancioso el alcalde de Sevilla al principio de la pandemia, cuando proclamó que a él iban a tener que convencerle con buenas razones los de la OMS para que suspendiera las fiestas primaverales de su ciudad (Semana Santa y Feria). El arrebato le duró poco. Se impuso la prudencia y el buen sentido habituales en Juan Espadas. No hubo fiestas ni en 2020 ni en 2021. La salud manda.

Pero en materia ferial parece que a Espadas le ha dado un avenate: se ha inventado un sucedáneo de Feria de Abril para congraciarse con el gremio hostelero, insufriblemente golpeado por la covid, y con el sevillanito medio incapaz de resignarse ante la adversidad y privarse del jolgorio, el baile y la manzanilla.

El alcalde ha mandado adornar e iluminar sitios emblemáticos del centro de la capital de Andalucía con motivos feriales e impulsado a los propietarios a preparar sus bares como casetas de feria, poner música de sevillanas para acoger a multitudes a las que se arenga para que acudan durante los días feriados vestidas de flamenca, ellas, y en traje corto, ellos. Lo ha hecho disimulando, como si el Ayuntamiento no organizara nada, como si tan sólo autorizase las iniciativas individuales de los hosteleros y asimilados. Supongo que para no enfadar a la Junta de Andalucía, responsable de las medidas sanitarias.

Una Feria postiza, artificial, con su alumbrado, sus farolillos... y su gentío amontonado, dispuesto a beber, bailar, arrimarse y jalearse como si el mundo se fuera a acabar (y a lo mejor se acaba). En la autorización-tipo que se facilita a los establecimientos se indica que habrán de adoptarse las medidas de seguridad pertinentes. Eso ya es de risa. ¿Van los hosteleros a impedir que la alegre clientela, cuando cante, jalee y confraternice, guarde la distancia de seguridad, se reúna sólo en el número permitido y deje de emitir gotículas? ¿Habrá un retén de guardias en cada bar-caseta? ¿Pedirán el título de vacunado a cada feriante postizo?

Lo único positivo de esta iniciativa impresentable es el objetivo implícito (aliviar la ruina de la hostelería). Todo lo demás son inconvenientes y problemas. Mientras la Semana Santa se ha resuelto bien dentro de las circunstancias, la Feria de Espadas es un disparate, de consecuencias previsiblemente nefastas. Quiere ser una innovación por el bienestar público, pero es una agresión al sentido común. Y a la Feria.

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